El eco de las ciudades vacías

No es fácil explicar un episodio tan dantesco como los años posteriores a la Guerra Civil Camboyana con sensibilidad y sencillez. Contarlo en un relato de ficción a través de los ojos de una niña y resultar tremendamente profundo, tampoco. Madeleine Thien muestra en “El Eco de las ciudades vacías” (Editorial Galaxia Gutemberg) su habilidad lingüística, haciendo de su labor una obra muy reveladora.

“El eco de las ciudades vacías” nos devuelve a la Camboya de la segunda mitad de los 70. Los jemeres rojos ganan la guerra civil y se pasean triunfantes por la ciudad de Phonom Penh el 17 de abril de 1975. Lo que a priori parecía una liberación, la promesa de un futuro mejor para los ciudadanos, se transforma en una pesadilla de cuatro años en la que mueren en torno a dos millones de personas.

Treinta años después y soportando el peso de la tragedia familiar sobre sus hombros, Janie sigue sin encontrar la paz y la felicidad que merece. ¿Por qué su cabeza rescata constantemente recuerdos de su agitada infancia? A su conflicto interno se añade la desaparición misteriosa de su amigo y mentor Hiroji. En la búsqueda, Janie se topará con su pasado. Enterrarlo para siempre o hundirse con él…esa será la cuestión.

Janie, una niña adulta

Creció precipitadamente. La banda sonora que entonaban cohetes, aviones sobrevolando el tejado de su casa y bombas explotando era parte del decorado habitual de su vida. Cuando la guerra terminó y lejos de saborear el alivio de la supervivencia, el horror llamó a la puerta y la sacó de su casa sin contemplaciones.

¿Quién podía imaginar que la aparente medida de seguridad por la que obligaban a la gente a abandonar sus hogares, se trataba de una expulsión definitiva? ¿Cómo podían suponer que los trabajos forzados en medio del campo pretendían responder a la utopía de una sociedad pura?

En el éxodo de la ciudad al campo fallecieron miles de personas. Otras tantas, como el padre de Janie, fueron introducidas en un camión rumbo hacia un final inminente. Mientras Sopham (el hermano pequeño de Janie) y ella faenaban sin descanso para llevarse un puñado de arroz a la boca, la madre cae enferma, colocando a los hijos en una posición de alarma y angustia absolutas.

La única posibilidad de prosperar consistía en buscar una vía de escape. Esta opción traslada a Janie al seno de una familia canadiense. Para entonces las secuelas se habían adueñado de su memoria y la acompañarían en cada suceso posterior: su matrimonio, el nacimiento de su hijo Kiri y su trabajo en el Brain Research Centre compartiendo inquietudes profesionales con el doctor Hiroji.

La marcha inesperada de Hiroji

Investigadora en Montreal, casada y con un hijo. La tranquilidad que tanto había añorado de niña ahora la tenía de adulta y podía dársela a su marido y a su retoño. No obstante, el tormento siempre regresa. Un día, sin motivo aparente, decide abandonarles y refugiarse en casa de su amigo Hiroji, doctor especializado en salud mental.

A pesar de la diferencia de edad y de experiencias, la historia de Janie tiene mucho que ver con la de Hiroji. Ambos huyen aunque en sentidos opuestos. Janie huye de sí misma, de su pasado, de una vida normal que no termina de asumir; Hiroji huye del presente buscando a su hermano James, desaparecido décadas atrás en Camboya durante el gobierno de Pol Pot.

El destino quiso que James, médico de Cruz Roja, aterrizase en el caos camboyano de los años setenta. Hastiado de rodearse de personas moribundas, James habría vuelto a Canadá junto a su madre y su hermano de no ser porque encuentra el amor. O eso se dice a sí mismo para convencerse de que su lugar es ese.

Las noticias sobre James se esfuman cuando acaba la guerra. Hiroji buscó con ahínco pistas del paradero de su hermano, pero nunca halló nada decisivo. Tras la muerte de su madre cesó en la indagación pensando liberarse de él. Sin embargo, el sentimiento de culpa le lleva a iniciar un viaje imprevisto que arrastrará a la propia Janie.

La historia ilustrada con palabras

No es imprescindible utilizar un sinfín de fechas y de nombres importantes para aproximarnos a un hecho histórico. Unos buenos personajes de ficción, las descripciones evocadoras y los sentimientos crearán imágenes de lo más realistas en nuestros cerebros. Precisamente, la claridad y la elegancia del lenguaje de “El eco de las ciudades vacías” han sido las cualidades destacadas por la crítica.

La sensibilidad se plasma en cada página a través de afirmaciones desesperadas impregnadas de poesía: “Tenía tanta sed que quería verter el cielo azul en la palma de mis manos y bebérmelo a grandes tragos”, dice Janie recordando las duras jornadas en su unidad de trabajo. Si nos documentamos a cerca de la historia de Camboya observaremos que a pesar de ser un relato ficticio, “El eco de las ciudades vacías” guarda un incuestionable paralelismo con la verdad.

Un futuro prometedor

Madeleine Thien es una escritora canadiense poco conocida en España. Tiene en su haber dos novelas, siendo la primera “Simple Reciples” y la segunda “Dogs at the perimeter” (el título sugerido por la propia autora en castellano pasó a ser el libro que hoy os presentamos). Ésta última se publicó en 2011, aunque no ha visto la luz en nuestro idioma hasta hace escasos meses.

Al igual que Madeleine es una novedad también lo es Galaxia Nova, perteneciente a la Editorial Galaxia Gutemberg. Como ya adelantamos en El Mar de Tinta, se trata de una colección de literatura extranjera nacida en septiembre. El pistoletazo de salida fue “El eco de las ciudades vacías”, pero ya se suman Pascal Quignard (“Las solidaridades misteriosas”) y Patrick Flanery (“Absolución”). Seguro que ya están en marcha otras tantas obras a las que no perderemos el rastro.

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