No me cuentes tu vida

Luis García Montero se ha encandilado con la prosa. Después de la aplaudida “Mañana no será lo que Dios Quiera” nos presenta “No me cuentes tu vida” bajo el sello Planeta. Temas tan variopintos y a la vez tan ligados entre sí como el amor, la inmigración, las diferencias generacionales y el pasado harán que sentirse identificado sea el valor añadido e irrefutable de la obra.

Juan, padre excesivamente preocupado por el futuro de su hijo Ramón; Ramón, hijo veinteañero iniciado en el arte de descubrir los entresijos de la vida gracias a sus nobles sentimientos hacia Mariana; Mariana, joven inmigrante procedente de Rumanía con un equipaje cargado de sueños. Si nos asomamos al espejo que nos tiende García Montero, veremos un mosaico de personajes capaces de dirigirse a lo más hondo de nuestras experiencias. Quizás, el mosaico más revelador de cuantos hayamos leído.

El cuaderno negro

Aceptar que los hijos se hacen mayores y toman sus propias decisiones resulta complicado. Para padres especialmente neuróticos aún más, pues su afán es tratar de evitar que sus descendientes metan la pata en lugar de dejar que aprendan tropezando con las piedras de la realidad. Juan es así y no tiene remedio. De hecho, afirma sin tapujos que “se tienen hijos, entre otras cosas, para huir de las piedras”.

La peculiaridad de Juan reside en su pasado. A nivel profesional es un hombre de éxito, tanto por su labor de catedrático de literatura española en la universidad como por sus dotes de escritor. En cuestiones personales la situación cambia. Antes de casarse con Lola tuvo un primer fracaso matrimonial con la hija de un militante histórico del Partido Comunista francés. De esa época guarda algo especial: su primogénita Estrella, toda una promesa de la arquitectura en Alemania.

Es inevitable que los sucesos negativos nos marquen. Acostumbran a aposentarse en nuestro cuerpo simplemente porque sin ellos no seríamos lo que hoy somos. En el caso de Juan, todo cobra un dramatismo extra por su fijación personal y laboral con la Guerra Civil y sus consecuencias. Condensar un sinfín de años y lecciones aprendidas en los consejos a Ramón le harán escuchar aquello de “no me cuentes tu vida” con frecuencia.

La relación de su hijo con Mariana, la asistenta, marca el punto de inflexión. No le molesta tanto quién sea la susodicha como el abismo insalvable entre él y su hijo. Viven bajo el mismo techo, llevan la misma sangre y apenas se conocen. Esto le lleva a zambullirse en el proyecto de contarle su vida en un cuaderno negro. El objetivo es encontrar nexos de unión con un rico repertorio de capítulos donde conviven tres generaciones y los recuerdos de un siglo al completo.

Amar es la clave

Por amor a la libertad los abuelos maternos de Ramón decidieron emigrar a Rumanía y trabajar en la emisora clandestina de Radio España Independiente. Qué casualidad que la infancia y la juventud de Lola tengan como escenario el mismo país del que procede la novia de su hijo varias décadas después.

Los orígenes de Mariana y sus aspiraciones como joven recién llegada a un país desconocido tienen más puntos en común con el trasfondo familiar de su novio Ramón de lo que a priori pueda parecer. A través de ella sabremos de buena tinta la tragedia de la inmigración, la sensación de vacío y la absoluta necesidad de integrarse a marchas forzadas a través del idioma y del empleo.

El amor acelera el proceso de construir un novedoso futuro cargado de incertidumbres. Mariana es rumana, una virtuosa del violín aspirante a maestra, pero de momento y para sobrevivir trabaja limpiando una casa…la de Juan y Lola. Cupido pone a Ramón en su camino y se enamoran. ¿Cómo se lo tomarán sus padres?

Elementos históricos convergentes

A García Montero le encanta la Historia. Por un lado, nos muestra el punto de vista de los españoles exiliados tras la Guerra Civil, entre ellos los padres de Lola. Los recuerdos del franquismo se cuelan, además, a través de Juan, inmerso en un libro que narra la biografía del poeta Pedro Alfonso. Ramón le recriminará su obcecación sobre todo a raíz del noviazgo con Mariana: “¿En qué mundo vives, papá? Déjate de sermones. ¿Es que te molesta que sea inmigrante? Parece que los pobres de hoy no son tan buenos como los de 1936”.

Por el otro lado, la difícil situación de Rumanía, un país con un pasado tradicionalmente comunista y una independencia actual tambaleante: “(…) porque la democracia fue capaz de acabar con los informantes y la Securitate, pero no con la corrupción, ni con los regalos obligatorios para que los médicos atiendan a una mujer con cáncer de mama”. La abuela de Mariana, Luminita, es de los personajes más significativos y entrañables de la novela.

Inquietudes como autor

La poesía siempre fue su refugio, aunque está claro que la prosa no se le da nada mal. Tras múltiples galardones por su repertorio poético, García Montero se lanzó en 2009 a la aventura de la novela publicando “Mañana no será lo que Dios quiera”, elegido Libro del Año por el Gremio de Libreros de Madrid. A medio camino entre la poesía y los tintes filosóficos, de sus relatos se extraen moralejas a la medida de cada lector.

En esta ocasión el granadino emplea dos narradores diferentes: uno en primera persona, que es Juan, dejando que nos colemos en el famoso cuaderno negro (aproximadamente el 80% del libro); otro en tercera sabedor de las emociones más profundas de los protagonistas. Ambas técnicas se entremezclan aportándole complejidad a la obra.

Dejarse atrapar por el casi medio millar de páginas es asunto sencillo. Sólo hace falta leer el título, tan sugerente como trillado por jóvenes de todas las épocas, para entender que cada página pasada es una oportunidad única e irrepetible de conocernos a nosotros mismos y de ponernos en la piel de los demás.

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