Aurora

Con el título de su última obra, Kim Stanley Robinson hace un homenaje al universo de Isaac Asimov. Aunque en esta ocasión,Aurora sea la luna de un gigante gaseoso —y no un planeta, como en “Los robots del amanecer”—, sí se localiza en el sistema Tau Ceti y aspira a convertirse en la primera colonia humana fuera de la influencia de nuestra estrella. Es el destino de una nave intergeneracional que lleva casi ciento setenta años viajando por el espacio profundo.

Los nacidos en la nave desarrollan sus propios modos de vida. Las noticias que obtienen de la Tierra son vagas, llegan con un retraso de más de una década y a menudo hablan de cuestiones ajenas. Se han acostumbrado a su mundo, pero no a su tamaño. El espacio y la finitud de los recursos los obligan tanto a cuidar de todos los componentes como a imponer un control estricto sobre la natalidad. La promesa de un nuevo horizonte al alcance de sus posibilidades los hará soñar con romper un aislamiento de varias generaciones, suponiendo un desafío a la convivencia del grupo.

El huevo interestelar

Cuando Freya se hace mayor decide abandonar el hogar donde vive con sus padres para hacer una peregrinación por todos los biomas. Ha nacido en el interior de una nave que fue concebida para llevar seres humanos a los alrededores de otra estrella. Su destino es Tau Ceti, un astro en la constelación Cetus, a casi doce años luz de distancia de la Tierra. Se trata de un viaje de ciento setenta años con velocidad de crucero del diez por ciento de la de la luz en el vacío. La nave es una gran estructura capaz de albergar a más de dos mil seres humanos, todos descendientes de los primeros colonos a bordo.

El objetivo del viaje es establecer una colonia en otro sistema planetario. Las sondas que habían pasado rápidamente por los alrededores de Tau Ceti en 2489 descubrieron una serie de planetas que no serían adecuados para la vida. Sin embargo, no fue el caso de la luna de uno de los gigantes gaseosos, a la que acabarían llamando Aurora y que parecía reunir las condiciones necesarias para empezar de nuevo.

Falta poco para que alcancen su destino, pero Devi, la madre de Freya e ingeniera jefe de la nave, principal responsable de la salvaguardia del equilibrio ecológico en todos los biomas, está más preocupada que nunca. La nave es una fuente continua de problemas y necesita mantenimiento. Sin embargo, está convencida de que el mayor reto está por venir, cuando lleguen a su Tierra Prometida.

Ecosistema cerrado

El transporte estelar es un enorme hábitat espacial que consta de dos grandes anillos compuestos por biomas. Cada bioma representa un ecosistema y adopta el nombre de la región terrestre que pretende emular. En caso necesario, podrían aislarse unos de otros. El giro de los anillos brinda una gravedad a los habitantes de la nave similar a la que experimentarían en la superficie de la Tierra.

Diseñados originalmente para ser autosuficientes como conjunto, los biomas experimentan desequilibrios con el paso del tiempo. Las fluctuaciones en la propia dinámica de poblaciones de las especies presentes provoca desajustes en todo el sistema. Además, como la cantidad de materia es limitada, todo se recicla; han me mantener activos ciertos ciclos para mantener todos los elementos químicos, aunque a la larga las pérdidas son inevitables.

En este sentido, la propia Tierra podría considerarse un ecosistema cerrado, pero la nave es mucho más pequeña y, por tanto, sus habitantes han de lidiar con la medra de variación genética que supone el aislamiento poblacional, lo que ellos llaman involución de zoo.

A medida que las generaciones se suceden, los humanos que pueblan los biomas desarrollan culturas diferentes. La peregrinación de Freya es un recurso del autor para ofrecer una panorámica de esta diversidad social y cultural.

Ciencia ficción dura

Kim Stanley Robinson adopta el punto de vista de la nave como narradora para escribir la obra. Esta perspectiva le permite ahondar justificadamente en cifras y detalles que, tal vez, un humano consideraría secundarios en la historia. Aunque intencionado —en aquellos fragmentos en que se abandona la nave como narradora este aspecto se corrige—, también deriva en falta de profundidad de los personajes durante la mayor parte de la trama.

La novela consagra buena parte de su extensión a detalles acerca de los problemas ecológicos de la nave. Incurre en discusiones técnicas y sorprendentemente originales. Entre sus páginas, también podremos encontrar pormenores de paisajes extraterrestres y dinámica orbital. Así como una reflexión acerca del comportamiento humano bajo diferentes tipos de estrés.

La obra, pese a centrarse en un puñado de personajes representativos, corre a través de los años trazando la dinámica social del grupo de colonos. Examina sus motivaciones y frustraciones, cómo afrontan la realidad de vivir encerrados en una estructura, sometidos a tales condiciones por el sueño de otros que han vivido varias generaciones atrás. Detalla su descontento por el estricto control de natalidad que se ven obligados a imponer. o cómo se enfrentan a situaciones de crisis. En pocas pinceladas, pues el punto de vista de la nave siempre mantiene cierta distancia, el autor sigue un esquema parecido al que emplea en la trilogía de Marte, personificando diferentes puntos de vista de un gran problema y evidenciando los conflictos que esto genera en la esfera íntima de los individuos.

Además, adoptar la voz de la inteligencia artificial que gestiona la nave permite al autor extenderse en reflexiones sobre la consciencia, la emergencia del lenguaje y los diversos sesgos cognitivos relacionados con la percepción cotidiana de las personas.

Sobre el autor

Conocido por su Trilogía de Marte (“Marte Rojo”, “Marte Verde” y “Marte Azul”), que recoge un impresionante relato sobre el proceso de terraformación de nuestro planeta vecino, Kim Stanley Robinson se ha convertido en un referente de la ciencia ficción dura. Su obra se caracteriza por una prosa densa, de trama lenta y rica en detalles, y en general con personajes psicológicamente bien desarrollados.

En nuestro país, Ediciones Minotauro ha apostado fuerte por este autor, trayéndonos títulos como “Tiempos de arroz y sal”, una ucronía que recoge siete siglos de historia alternativa, “Los marcianos”, una antología de relatos que complementan la Trilogía de Marte “Icehenge”, en la que un monumento de hielo en Plutón detona una investigación histórica, “El sueño de Galileo”, una mezcla entre la biografía del astrónomo y una trama futura que sucede en las lunas jovianas o “2312”, una novela ambientada en diferentes planetas del Sistema Solar.

Su última obra, “Aurora”, trasciende la vecindad solar para ofrecernos la crónica de un viaje intergeneracional a otra estrella. Kim Stanley Robinson sigue asomándose a la frontera de lo posible, indagando en la naturaleza humana e imaginando las consecuencias del desarrollo tecnológico y la exploración espacial.

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