FUTU.RE

De la mano de Ediciones Minotauro, llega la última novela del creador de “Metro 2033”. Se trata de un regreso al formato de las distopías más clásicas del género. La novela “FUTU.RE” nos vuelca en un mundo en el que los seres humanos han conseguido volverse inmortales. Debido a los efectos de la superpoblación, los embarazos ilegales se persiguen implacablemente.  

Jan Nachtigall pertenece a la Falange, un cuerpo policial encargado de controlar embarazos no registrados. Vive una modesta existencia en su minúsculo cubículo, negándose a tomar la píldora de la felicidad, conformándose con somníferos y sucedáneo de tequila. Cuando recibe un encargo del senador Schreyer, cree reconocer la oportunidad de un ascenso. No imagina que será el desencadenante de un giro que cambiará completamente su vida.

El precio de la inmortalidad

En el siglo XXV, la muerte ha sido vencida. Irónicamente, habría de ser una infección disuelta en el agua la que mantuviera los cuerpos jóvenes por tiempo indefinido. Europa se ha convertido en una ciudad de dimensiones continentales, compuesta por enormes torres cuyas plantas bajas acogen los monumentos más insignes de las viejas urbes. Alberga nada más y nada menos que a ciento veinte mil millones de almas.

Al contrario que Rusia, en manos de una élite sempiterna que gobierna sobre mortales; o Panamérica, regida por el principio de igualdad de posibilidades, según el cual la inmortalidad es un bien al alcance de quien pueda permitírselo; Europa se ha convertido en una utopía, en el paraíso de la igualdad universal. En Europa todo el mundo tiene derecho a ser inmortal. Pero es un derecho que no se da gratis. Para paliar la superpoblación se ha ideado la ley de la elección: por cada nacido, uno de los padres habrá de renunciar a su inmortalidad. La vejez se experimenta como una plaga, desterrada de toda imagen pública y relegada a guetos. Nadie sabe cómo gestionar un cadáver, ni tan siquiera la idea de que habrá un final. Miles de millones de inmortales alivian eficazmente sus pesares diarios tomando la píldora de la felicidad.

La Falange es el cuerpo policial encargado de que se cumpla la ley de igualdad. Sus integrantes se cubren con la máscara de Apolo y persiguen a los padres ilegales, como si fueran ratas, hasta sus escondrijos en falsos techos. Les inyectan la vejez.

El antihéroe

El personaje de Jan Nachtigall responde a las características clásicas del antihéroe que podemos encontrar en otras distopías como “Un mundo feliz” o “Fahrenheit 451”. En un primer momento, detesta todo aquello que le han enseñado a detestar como soldado y como ciudadano europeo. Odia a su madre y odia a todos aquellos inconscientes que han decidido reproducirse sin control. Es un soldado ejemplar, capaz de delatar incluso a las personas más cercanas, de considerarlo necesario.

Sin embargo, la novela no es más que el relato de su caída, de su expulsión del Olimpo. La narración en primera persona ayuda a tejer la psicología del personaje, lo dota de una sólida profundidad, aunque se articule en torno a un esquema freudiano que a veces raya en lo esotérico. Pese a todo, es esa evolución la que queda perfectamente retratada con el paso de las páginas, encauzada por una maraña de acontecimientos vertiginosos que le harán cuestionarse su esquema de vida.

Glukhovsky no solo utiliza esta perspectiva de dentro afuera del régimen para desarrollar su novela, también juega entre dos tiempos. El relato combina el instante presente, reforzado por el uso del presente de indicativo por parte del narrador en primera persona, con los recuerdos de la infancia de Jan en un internado muy particular. Sus remembranzas compondrán el trasfondo que justificará la conducta del personaje.

Futuro distópico

«FUTU.RE» se sitúa a la altura de las distopías clásicas del género. Su línea principal es la acción, por lo que el entretenimiento está asegurado. Sin embargo, su trasfondo está cargado de crítica política. La inmortalidad y la descendencia son los bienes escasos de la época, regulados y controlados de manera dispar. Las condiciones ecológicas -la escasez de tierra y recursos, la superpoblación- modelan una sociedad de jóvenes displicentes que van a vivir siempre, contemplan la vejez como una enfermedad del pasado remoto y la imagen de un niño con asco.

A otro nivel, los niveles de las torres reflejan la estratificación, que en la novela se hace obvia especialmente en las condiciones de vivienda. Los niveles bajos son barrios de favelas llenos de miseria. La frontera de Europa, simbolizada en una Barcelona rebosante de inmigrantes, traslada una imagen caótica, repugnante y amenazadora a los acomodados ciudadanos.

Glukhovsky lleva a primer plano temas como la política del terror, la intrumentalización del miedo en detrimento de derechos fundamentales, la indolencia de una sociedad enferma o la manipulación de los medios de comunicación; y lo presenta como el relato de transformación personal de Jan  Nachtigall.

Un autor prometedor

Dmitri Glukhovsky es licenciado en Periodismo y Relaciones Exteriores por la Universidad Hebrea de Jerusalén. Su faceta de escritor se conoce fundamentalmente por sus novelas posapocalípticas “Metro 2033” y “Metro 2034”, ambientadas en los túneles subterráneos de Moscú.

Comenzó colgando su primera novela en la red y tuvo una acogida sensacional. En la actualidad, existen cuatro novelas ambientadas en el universo «Metro«, pero solo las dos primeras están escritas por Glukhovsky. La franquicia es explotada por Timunmas, sello que también ha editado otro título del autor, «Sumerki».

«FUTU.RE» supone la última apuesta de este joven escritor al que habrá que seguir muy de cerca. Una renovación de las distopías clásicas, que toca los temas de siempre, porque son imperecederos.

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