La Capitana: el espíritu revolucionario del Siglo XX

Más de 20 años le ha llevado a Elsa Osorio publicar “La Capitana”. Resumir la vida de Mika Etchebéhère a través de una novela cautivadora cargada de amor, aventuras y guerra debe de ser un riesgo difícilmente asumible. Sin embargo, el objetivo se ha cumplido con creces y ya está en las librerías gracias a la Editorial Siruela.

Si uno empieza a leer “La Capitana” huyendo de la contraportada, es comprensible incluirla dentro de la narrativa de ficción. No resulta muy real que una joven argentina abandone su tierra en busca de la libertad del mundo enfrentándose a las garras del fascismo en pleno siglo XX. Pero lo cierto es que existió, y tuvo a su lado gente capaz de renunciar a vivir sin sobresaltos para garantizar el proceso de una revolución sólida.

El hilo argumental es la Guerra Civil Española y, su primer escenario, el frente de Sigüenza en septiembre de 1936. Nota: no es la historia de la Guerra Civil, es la historia de una mujer a la que no le bastaron sus fronteras para luchar por los derechos sociales. Una mujer guerrera, rebelde, valiente, llena de sentimientos, inquietudes y anhelos. Muchos de ellos similares a los que podría sentir cualquiera. Incluido el miedo.

Mika, una niña judío-argentina

Los múltiples saltos cronológicos nos trasladan a diferentes etapas de la vida de Mika. Todo cobra sentido tras indagar en su infancia y en sus antepasados. La familia materna vivía en Podolia, una región de Europa Oriental, excluida en zonas de residencia para judíos. Sin posibilidad de prosperar y aguantando insultos y condiciones laborales lamentables, decidieron marcharse a Argentina, donde la política de inmigración les abría las puertas.

La esperanza fue el motor que les metió en un barco rumbo a Buenos Aires en 1889. A ellos y a otras ciento treinta y cinco familias. Los padres de Mika se conocieron durante el mes y medio de travesía. No obstante, el billete hacia la felicidad se transformó en el comienzo de nuevas penurias. Un latifundista consintió el asentamiento del numeroso grupo en tierras de su propiedad. Allí reinaron el hambre, la miseria y las enfermedades. También la muerte. Después, aquellas haciendas cambiaron de dueño y con él, el destino de más de seiscientas personas.

Moisés Ville, como acordaron llamar al pueblo recién constituido, sería la cuna de Mika. En medio de juegos compartidos, los niños crecieron escuchando relatos sobre persecuciones. Moisés Ville era sinónimo de tierra prometida, el lugar en el que todos se salvaban de cárceles y lamentos. Mientras tanto, Mika alimentaba su ansia de resarcimiento. Posteriormente, cuando se matriculó en la universidad, se sumergió en la lucha incansable por hacer justicia.

Hipólito, su gran amor

Nadie se lo pidió, pero aquel joven francés de familia acomodada, residente en Buenos Aires, no pudo reprimirse tras presenciar la agresión que se había desatado contra ciudadanos judíos en plena calle. A continuación, fue detenido. En cuanto recuperó la libertad, decidió no quedarse en casa y emprendió su propia revolución. La Semana Trágica de 1919 marcó su destino definitivamente.

La universidad era caldo de cultivo para organizar pequeñas acciones, como lo fue la publicación de la revista “Insurrexit”. A ese proyecto le debe el primer contacto con Mika, estudiante de Odontología ávida de participar en aquello que signifique transformar el devenir de los acontecimientos. Hipólito y Mika comparten puntos de vista, aspiraciones sociales e intelectuales y un romance a prueba de balas. Entre sus méritos destacan la fundación del Partido Comunista Obrero argentino en 1926 y la revista “Chispas”.

Europa (primero Francia, después Alemania, más tarde España) es el continente ideal donde respirar el auténtico ambiente de rebelión popular. Ambos dedican horas a estudiar, conocen a jóvenes con sus mismos intereses y saben de la importancia de la unión para lograr triunfos. Mantener reluciente su amor, a la par que el deseo por consolidar la revolución, conforman el grueso de sus tareas diarias.

Ingredientes para ser Capitana

La estancia en Berlín durante las elecciones de 1933 evidencia la división entre socialistas y comunistas y, por tanto, la brecha dentro de la clase trabajadora, incapaz de crear un frente único contra el fascismo. Mika e Hipólito toman nota de aquella experiencia como de todas las posteriores. Ante el fracaso, Hippo aplica su filosofía: “Para un revolucionario no hay callejón sin salida, sino un problema a resolver”.

En España Mika demuestra todo lo que su mente ha absorbido a lo largo de los años. Luchará en la columna del POUM y desde dentro volverá a vivir la fatídica desunión entre las fuerzas de izquierdas. Se ganará el respeto de sus hombres a la par que la fama de “una que manda entre los rojos” por parte de los fascistas y de “desafecta a la República” por parte de los estalinistas.

Mika no tiene idea de estrategia militar, no le gustan los artefactos, pero es excelente manteniendo la moral de los milicianos alta. Cuida de ellos e inventa juegos y pasatiempos. Aprieta el gatillo cuando toca. Tampoco se despreocupa si la salud se resiente y fabrica un preparado milagroso a base de aguardiente y miel. Lo más complicado de su estancia en las trincheras después de ganarse la confianza de todos es, sin embargo, lidiar con las mentiras y las traiciones en su propio bando.

Osorio, 25 años recopilando pistas

El resultado de dos décadas de investigación y viajes por parte de la escritora argentina es, sin duda, una novela brillante. Los saltos en el tiempo, la combinación de narradores y las reflexiones de la autora introduciendo párrafos en cursiva, hacen de “La Capitana” un texto especial, indispensable para los amantes de las historias del siglo XX. No sólo nos adentramos en la existencia desapercibida de alguien fundamental en una época convulsa, además entendemos los principios que Mika defendía.  Elementos vitales en la construcción, todavía en ciernes, de la sociedad democrática actual.

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