La cuarta señal

La editorial Minotauro inaugura colección con “La cuarta señal”, el último título de José Carlos Somoza. Se trata de un relato que indaga en el impacto de las nuevas tecnologías en las relaciones sociales y encierra una concepción cíclica del universo a través de la música.

La realidad virtual compite con el mundo real. ÓRGANO es un juego que permite desarrollar un personaje y experimentar sus sensaciones. Existen réplicas de los lugares reales. Las personas interaccionan fervientemente a través de sus consolas mientras las calles permanecen desiertas. La dificultad para encontrar trabajo en el mundo real lleva a María, una madre soltera que vive en Madrid con su hija, a vencer su reticencia a conectarse y buscar un empleo virtual. No sospecha que su decisión jugará un papel crucial en el destino de todos.

Realidad virtual

El mundo virtual ÓRGANO fue diseñado por el matemático Alan Neumeister utilizando la música de Bach como herramienta de cálculo. Al parecer, se inspiró en la obra que hizo a Douglas Hofstadter merecedor del Premio Pulitzer en 1980, “Gödel, Escher, Bach: un Eterno y Grácil Bucle”.

El usuario puede conectarse desde cualquier lugar del mundo con ayuda de una consola y una diadema que registra sus ondas cerebrales y las computa en el Super-SQUID, un magnetómetro construido bajo tierra en el desierto de Mojave y que funciona con materia extraña de hiperfase. Esta enorme instalación permite elaborar una respuesta rápida a los estímulos cerebrales para simular sensaciones tan realistas como si se experimentaran de manera convencional.

Las composiciones de Bach rigen las leyes del mundo virtual. Algunos sujetos demostraron tener un talento singular para interpretar música en ÓRGANO, los llamados musimas, y se convirtieron en personas muy influyentes y poderosas. Son capaces de modificar propiedades en personajes, crear espacios, dotar a objetos de cualidades inverosímiles. La música en ÓRGANO se convierte en un arte de creación y destrucción.

Todo resulta nuevo para María, que se sumerge en la melodía de un mundo ajeno con temor y curiosidad, exhibiendo la inocencia propia de una niña. En su primera incursión, conoce a Adam Finkus, un detective que la contrata como ayudante y cuya seguridad le resulta arrebatadora. Pero en ÓRGANO nadie es lo que dice ser.

Personajes divididos

«La Cuarta Señal» es la crónica de los Cuatro Días Más Importantes de Todos. Desde una perspectiva futura, el narrador divide el relato en cuatro partes -una por día-, y cada una de ellas en capítulos desarrollados desde la perspectiva de uno de los personajes. Como son tan dispares, Somoza se esfuerza por cambiar el registro y reflejar en estilo directo algunos de sus pensamientos. En ocasiones, también hace uso de un presente histórico que te vuelca directamente en el centro de la escena.

Puesto que la trama se desarrolla tanto en el mundo real como en el entorno virtual de ÓRGANO, los personajes se despliegan en varias personalidades, en unos casos más contrastadas que en otros, que se van superponiendo a medida que interaccionan los dos mundos. Esta suerte de esquizofrenia literaria se convierte inmediatamente en un punto a favor de la narración, ya que deja al desnudo, sin necesidad de grandes explicaciones, las inseguridades de los personajes. Incluso el gran abanico de secundarios está delineado con trazos precisos y profundos.

En líneas generales, la historia se conduce por el esquema del thriller: un misterio que resolver y capítulos rápidos que priman la acción. Pero, además, Somoza sabe aderezar su relato con la originalidad de sus descripciones y dirige la trama en un crescendo contenido, permitiéndose —como en una sinfonía— algunos momentos de genialidad demencial por los que ya merece la pena leerse este libro.

Junto a la reflexión sobre el impacto de la tecnología en nuestras maneras de relacionarnos, la novela nos lleva a primera plana el proceso de construcción de identidad, incitando a preguntarnos qué define lo que somos, o lo que amamos.

Los ciclos cósmicos

En el corazón de su trama, “La cuarta señal” esconde una vuelta de tuerca: la existencia de una secta que venera la música de Bach como la esencia de la realidad. Sus integrantes afirman que la obra del compositor alemán ha existido siempre -incluso antes de su nacimiento-, y Bach se limita en vida a concretar las composiciones que han estado siempre presentes y que él mismo ha creado una infinidad de veces. Algunas personas recuerdan el pasado, simplemente porque ya ha ocurrido, y en ello justifican la predicción de cuatro señales que habrían de aparecer antes del fin del mundo.

Greg Bear utilizó recientemente la misma concepción teleológica para articular su críptica novela “La ciudad al final del tiempo”, donde aún se pueden rastrear algunas de las referencias a los mitos de repetición eterna de la tradición hindú en los que se basa. De los textos conservados, se deduce una predilección por los grandes números. Un ciclo completo, llamado mahayuga, se compone de cuatro edades (o yugas) con distinta duración (cuatro mil, tres mil, dos mil y mil años respectivamente; doce mil en total). El ciclo termina con una disolución, que se concibe de manera aún más catastrófica al final del milésimo ciclo. Los años que constituyen un mahayuga han llegado a interpretarse como años divinos, periodos de trescientos sesenta años convencionales. Un millar de mahayugas forman un kalpa -nombre que da Greg Bear a su ciudad al final del tiempo-, es decir, un día (o una noche) en la vida de Brahma.

La adaptación de Somoza extrapola igualmente la idea de los ciclos cósmicos, pero adopta un planteamiento mucho más accesible y entretenido que el de Bear. Novela un fin del mundo que se apoya en elementos exóticos y contrasta con personajes convencionales.

La concepción de un universo cíclico ha sobrevivido hasta nuestros días, filtrándose desde las cosmogonías de la antigüedad y haciéndose presente en algunos planteamientos académicos de la cosmología física actual, como por ejemplo el modelo de cosmología cíclica conforme, de Roger Penrose.

Sobre el autor

José Carlos Somoza, que estudió medicina y psiquiatría pero apenas ejerció, es un escritor consagrado en nuestro país. Entre sus títulos figuran “Silencio de Blanca”, “La ventana pintada”, “La caverna de las ideas”, “La dama número trece”, “Clara y la penumbra” o “Dafne desvanecida”.

“La cuarta señal” inaugura la nueva colección M, con la que la editorial Minotauro pretende atraer tanto a lectores de género como al público más amplio, promocionando a autores nacionales cuyos títulos recojan este espíritu extensivo.

La nueva entrega de Somoza ofrece un relato original y bien llevado, que no deja indiferente. Una crónica apocalíptica con influencias cosmogónicas que se teje a la luz de las nuevas tecnologías, en torno a las relaciones sociales y la construcción de identidad.

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