La isla de los conejos

Elvira Navarro ha conseguido con «La isla de los conejos» algo singular, como es aglutinar en once pequeñas piezas una cantidad inquietante de sentimientos. Sus cuentos, relatados desde un clima oscuro, nos enseñan cada detalle se puede tornar extraño dentro de lo conocido, de manera irresistible.

Literatura Random House trae de nuevo a las estanterías españolas a la autora onubense, conocida por novelas anteriores como «La trabajadora« (2014) y «Los últimos días de Adelaida García Morales« (2016), ambos publicados en la misma editorial. En esta ocasión, en una isla llena de conejos, Navarro nos muestra con claridad que se perfila, una vez más, como una de las voces más virtuosas dentro del panorama literario hispanohablante.

Concisión y perfeccionamiento

Los cuentos son uno de los formatos maltratados dentro de la literatura. Siempre en liza con su hermana mayor, la novela, estas piezas de corta duración suelen ser ninguneados en muchas ocasiones por los lectores. Entre las razones que llevan a este desencuentro podemos destacar el hecho de que, en muchas ocasiones, se consideran narraciones para niños, pese a que los grandes escritores de cuentos de la Historia nos hayan enseñado lo contrario. Por tal motivo, estos breves relatos unidos a la relativa sencillez de sus argumentos y el escaso número de personajes conlleva descubrir pequeñas composiciones maestras.

La habilidad para congregar tantos sentimientos en tan reducido espacio es realmente sorprendente. Elvira Navarro, por ende, es una autora extraordinaria por conseguir adherir y reestructurar una realidad fatal en menos de 155 páginas. No es algo novedoso en el estilo de esta escritora talentosa, pues acostumbra a publicar proyectos de corta extensión que se dilatan bastante entre publicaciones. Sin embargo, eso solamente afianza la personalidad literaria de Navarro, cuyo material, tan cuidado y premeditado, no decepciona nunca.

En este sentido, La isla de los conejos es un ejercicio sublime de composición, pues contiene exactamente lo que es necesario para cada uno de los relatos que componen la antología. No se puede prescindir de ninguna palabra, acción, personaje o situación y eso es signo indiscutible de estar ante una obra verdaderamente magistral, cuyo encanto reside, en gran medida, en los temas que trata.

La frescura del terror

El miedo es una fuerza arrolladora que actúa desde dos vertientes muy distintas y armoniosas al mismo tiempo. Por una parte, puede ser un sentimiento que paraliza y crea disrupciones, pero es también un motivo para el empuje vital como desarrollador de experiencias. El terror, por esta razón, es uno de los grandes temas de la literatura, puesto que explora un aspecto característico de la misma existencia humana.

En «La isla de los conejos» esta emoción primaria se muestra en múltiples formas diferentes. En algunas ocasiones obedece a la ansiedad, mientras que en otras es pura perturbación. En ciertos relatos, además, roza la sordidez y el morbo, provocando incluso malestar mientras se lee. El rechazo se convierte en un inconveniente natural, pero es necesario sortear el obstáculo para descubrir algo más interesante. Y es que, si no se accede a esa parte, jamás se podrá averiguar qué tienen en común un inventor que llena una isla de conejos, o los suelos de los clientes de un hotel. Tampoco se podrá averiguar qué busca el fantasma de una madre que se se abre cuenta en una conocida red social, o hacia dónde ha marchado el trozo de avenida que falta en París. Las historias se suceden con la penumbra y la deformación como leit motiv.

Reducido, pero no insignificante

No estamos, de esta manera, ante una obra fácil de digerir. En la elegancia prosaica de Navarro encontramos sencillez, pero también ahogo y lentitud. Es necesario adentrarse con cuidado en cada uno de los relatos y tomarlo con paciencia, pues una lectura apresurada provoca desasosiego y, en cierta medida, confusión. Desde El Mar de Tinta recomendamos, sin ninguna duda, quietud a la hora de la lectura de este pequeño libro. Cuanto más despacio se vaya, más se puede disfrutar de cada una de esas palabras convenientes.

De hecho, en la misma línea, el consejo que os hacemos llegar es que se combata el deseo irrefrenable de leer el libro de una vez. «La isla de los conejos» se presta a ser una obra reflexionada, comentada y asimilada de principio a fin. Cada pieza debe ser tratada con el mimo propio de las cosas que nos aterran y atraen al mismo tiempo, para poder deleitarse con cada nuevo giro del argumento.

En resumidas cuentas, este libro de cuentos es un pequeño placer, para nada culpable, de aquellos lectores que disfruten con el género de terror, que lo harán aún más con estas dosis reducidas. Elvira Navarro afianza su capacidad argumentativa y concreción a la hora de explicar grandes relatos en un formato más atractivo, mientras se mantiene en lo más alto de la literatura contemporánea española. Sin lugar a dudas, encontrarse con libros de este tipo de vez en cuando nos recuerdan que la vida se escapa a nuestro control y que necesitamos que nos lo recuerden constantemente, aunque sea de manera implacable.

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