La noche que nunca acaba

El joven escritor Edward Hogan firma su debut en la literatura juvenil con “La noche que nunca acaba”. Una historia de suspense, amor y amistad con trasfondo sobrenatural para todas las edades. Verdaderamente sobrecogedora.

Tras publicar las novelas para adultos “Blackmoor” y “The hunger trace”, Edward Hogan gira ciento ochenta grados para volverse hacia un público más joven gracias a Siruela. Y lo hace con una historia sencilla y, a la vez, misteriosa que sorprenderá al lector que se adentre en sus páginas. El protagonista, un adolescente llamado Daniel, se convierte en guía de excepción para recorrer los recovecos de este cuento único. Una lección sobre la amistad más allá del tiempo y el espacio.

Amistad atemporal

Daniel ha sufrido en carnes propias la dura separación de sus padres al ser testigo accidental de la infidelidad de su madre. Para tratar de limar asperezas y retomar una buena relación con él, su padre se lo lleva de vacaciones a un complejo llamado Mundo Ocio. Para un chico gordito que no disfruta con los deportes la elección no podría haber sido más desafortunada. Pasará una semana en un espacio lúdico donde la principal atracción es una enorme playa artificial, la gente pasea en bici y se desarrollan todo tipo de actividades deportivas. El infierno en la tierra.

Cayendo poco a poco en la rutina, Daniel no puede dejar de pensar en su madre. Su padre tampoco. Mientras que el primero soporta las penas en silencio, el segundo las ahoga en alcohol, erosionando más aún su relación. El joven decide pasar las tardes en solitario paseando en bici. En uno de estos paseos conoce a Lexi. La chica capta su atención desde el primer momento al mostrarse como una excelente nadadora. Y también un gran misterio. No habla sobre su vida y tampoco permite que le pregunten. Para mayor confusión, lleva un reloj cuyas manecillas avanzan hacia atrás y su cuerpo presenta unas magulladuras que empeoran día a día.

Para Daniel su nueva amiga pronto se convierte en algo más y crece su deseo de conocer aquello que ella se niega a contar. Sabe que sus heridas empeoran y está convencido de que ese reloj que retrasa es importante. Una búsqueda en internet le revelará el peor y más oscuro pasado de Lexi, pero puede que aún esté a tiempo de cambiar lo irremediable. Es posible que solo él pueda ayudarla. Empieza la cuenta atrás.

El eterno retorno

“La noche que nunca acaba” es una novela que puede calificarse de muchas maneras ya que trata diferentes temas. El principal es el amor, sea entre padre e hijo o entre adolescentes. Pero también habla de todo aquello que de alguna manera influye de forma constante en los jóvenes: la aceptación del propio yo, el abuso por parte de otros chavales, el primer amor, el divorcio y la falta de comunicación con los padres. En definitiva, trata sobre el paso de la niñez a la madurez y la aceptación de mayores responsabilidades, salir del propio yo para ver de cerca las necesidades de los demás.

Daniel sufre una transformación a lo largo de la novela. Una transmutación, si se quiere llamar así, del niño enfurruñado con su situación familiar al joven que trata de salvar a la chica que quiere. El lector le acompaña en esta travesía. Este camino es en sí mismo un tema que puede tocar de cerca a determinados lectores, haciendo más interesante su lectura.

El otro gran leitmotiv es el tiempo. Tanto el tiempo físico, el devenir de las horas, como el abstracto. El tiempo que se asocia al cambio personal del protagonista y que arrastra a los otros personajes con él. Es significativo el detalle del reloj de Lexi, que corre hacia atrás y no hacia delante. No se desvelará mucho más al respecto, pues es un detalle clave en la trama, pero si merece la pena llamar la atención sobre el particular. El tiempo es una rueda que se repite, un bucle del que no se  puede salir tal y como se lo describe Lexi en un momento determinado. Todo gira y vuelve, se repite una y otra vez. Nadie puede escapar de ese eterno retorno, ¿o tal vez si?

Un nuevo Stephen King

Edward Hogan demuestra en esta novela debut que se puede escribir una buena trama con tintes sobrenaturales para todos los públicos. Su estilo recordará a muchos a Stephen King en sus inicios, entre otras cosas por la elección de personajes. Daniel, un muchacho incomprendido y descolocado, un marginado del que abusan sus compañeros. Lexi, una chica extraña e igual de marginada que él, pero de un modo distinto. Son personajes que bien podrían haber salido de la pluma de King, pero gracias a la ternura que emana Hogan pierden todo el oscurantismo que caracteriza la primero.

Se podría decir que también el entorno es “muy King”. La acción se desarrolla en un parque lúdico típicamente americano. Es una novela muy yanki, tanto en las reacciones de sus personajes como en los paisajes. También lo es el ritmo. Y con eso y todo el resultado es muy positivo. Existe una clara continuidad y coherencia de principio a fin, resultando un todo redondo.

La nota discordante: el final. La acción, personajes y entorno que hasta ese momento habían gozado de una singular belleza rítmica, al final reciben un tratamiento abrupto e inesperado. Los acontecimientos se precipitan de tal forma que chocan entre sí, dejando un sabor de boca agridulce. En conjunto resulta un cuento completo, atrayente y de fácil digestión. Lástima que el último bocado resulte insípido.

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