Las crisálidas

Duomo Ediciones alberga en su catálogo una traducción de “Las crisálidas”, una de las novelas más fascinantes de John Wyndham. Se trata de un relato en clave cotidiana sobre una comunidad de moral rígida, formada tras un holocausto nuclear. De trama ágil e intrigante, esconde una crítica devastadora contra el rechazo a la diferencia.

David Strorm vive en la granja de sus padres, donde recibe una educación estricta y piadosa. La gran catástrofe que asoló el mundo siglos atrás solo puede explicarse en términos de castigo divino. Es tarea de los supervivientes mantener su entorno acorde al canon de pureza y libre de aberraciones. Sin embargo, David no tardará en intuir que en el interior de su mente ocurre algo diferente y que algún día tendrá que hacer frente a la intransigencia de las personas junto a las que ha crecido.

Bendita sea la norma

Los supervivientes de un mundo post-apocalíptico se afanan en recomponer los pequeños pedazos de una civilización olvidada. La Tribulación ha devastado el mundo y desquiciado las leyes naturales. Aunque los habitantes de Labrador -una región entonces templada- no hayan oído hablar jamás de la radiación, sospechan que hay algo tóxico en el aire que proviene de las Malas Tierras y corrompe los cultivos. La tasa de mutaciones es muy elevada y la pureza constituye uno de los pilares de la comunidad.

Los vecinos de David Strorm no solo queman los cultivos y sacrifican los animales que no se ajusten al patrón de su especie, sino que además someten a un reconocimiento a los recién nacidos. Solo cuando el bebé se hace merecedor del certificado que afirma que satisface la Definición de hombre en todos los aspectos, se convierte en miembro de pleno derecho.

David no tarda en descubrir que puede comunicarse mentalmente con unos pocos niños de las inmediaciones. La naturaleza oculta de su diferencia le ha librado de llevar una vida miserable, pero la sombra del ostracismo corroe cada día de su existencia.

El infierno es el otro

Wyndham nos ofrece una crítica sin tapujos hacia cualquier tipo de discriminación. No solo plantea la vulnerabilidad que muestran las sociedades que han de afrontar circunstancias adversas, con riesgo de asumir fanatismos en su base ideológica sobre el sustrato de que el fin (nada menos que la supervivencia) justifica los medios. Sino que resalta cómo un ambiente de ofuscación y miedo puede hacer que vecinos y familiares se vuelvan unos contra otros.

El conflicto entre las granjas piadosas y el desesperado pueblo de los Bordes retrata a conciencia el proceso colonial, ensalzando el papel que juega la construcción de la otredad entre civilizados y salvajes. Desplaza el debate hacia otras categorías, como la concepción de lo humano y el rechazo hacia cualquier diferencia, especialmente aquellas que se muestran peligrosas para las personas normales.

Wyndham aborda el tema de la evolución humana desde la marginalidad y la exclusión, recordando mucho a la obra de Theodore Sturgeon, con títulos casi contemporáneos de la novela que nos ocupa como “Más que humano” o “Los cristales soñadores”. De la misma época data “Soy leyenda”, el genial relato de Richard Matheson, cuya esencia vuelve a ser la subjetividad de lo que se percibe como norma.

Asimismo, Wyndham aporta un matiz de pesimismo al sugerir, a medida que avanza el argumento, que está tratando con un problema omnipresente en la Historia humana y que sin duda perdurará en el futuro.

Formato de entretenimiento

Es importante señalar que, a pesar de la actitud manifiestamente reivindicativa del texto, estamos ante una lectura ágil y tremendamente entretenida. John Wyndham se decanta por un estilo rápido y fluido, una narración donde prima la acción y los acontecimientos se suceden como un torrente, sin pausa, a un ritmo que se mantiene durante toda la novela.

De hecho, el narrador combina dos tendencias muy diferentes. Por un lado, un punto de vista íntimo, que el autor utiliza para compartir el descubrimiento que hace el personaje de David del mundo que le rodea, a medida que describe diferentes momentos de su niñez. Pero, a pesar del uso de la primera persona, el narrador se distancia de los sucesos que reseña adoptando un tono neutro, hasta el punto de relatar momentos cruciales del argumento como si se trataran de descripciones superfluas. En general, la crudeza de los acontecimientos se revela por sí misma, concediendo un aura de inexorabilidad.

Lo más sobresaliente del texto es su capacidad de crear un realismo muy convincente a partir de un puñado simple de elementos, pocas palabras -bien elegidas- tejidas en torno a una trama fantástica.

Escritor de posguerra

John Wyndham es conocido principalmente por ser el autor de “El día de los trífidos” (1951), el clásico que dio vida a los vegetales andantes que aprovecharon una repentina ceguera mundial para cazar personas. Sin duda, uno de los títulos imprescindibles del género.

Dice Christopher Priest en el prólogo de la edición que estamos comentando que la II Guerra Mundial marcó un punto de inflexión en la trayectoria literaria de Wyndham. Antes de enrolarse en el ejército británico ya escribía relatos en revistas estadounidenses. Sin embargo, no alcanzaría la madurez que ha logrado trascender hasta después del conflicto. Priest señala también que los temas post-apocalípticos de la obra de Wyndham reflejaron el sentimiento colectivo que imperaba en Gran Bretaña durante los años de austeridad de la posguerra.

“Las crisálidas” fue publicado por primera vez en 1955. Duomo Ediciones nos trae una traducción al castellano de este interesante título, cuya reflexión sobre lo que nos hace humanos apenas ha envejecido en sesenta años. Desde El Mar de Tinta recomendamos encarecidamente su lectura. Un libro emocionante que encierra gran carga reflexiva, sin malograr un instante de entretenimiento.

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