Las mejores historias de Wonder Wart-Hog, el Superserdo.

Hay comics divertidos por irreverentes, surrealistas o enloquecidos. Y luego… bueno… luego está Gilbert Shelton. La Cúpula acierta una vez más con ésta recopilación de las mejores historias protagonizadas por un superhéroe tan atípico como hilarante. Una edición pensada para guardarse con mimo en la estantería como documento vivo de la expresión artística de una época. O simplemente como un libro muy divertido. Escojan lo que más les guste.

La generación que luchó en la Segunda Guerra Mundial estaba entrando ya en la vejez y los ecos del macarthismo sonaban como una pesadilla lejana en la sociedad norteamericana. Los años 60 del siglo XX quedan marcados en la Historia por la irrupción del hippismo. Éste movimiento contracultural y pacifista, admirado y vilipendiado por igual, movió los cimientos de la sociedad y sirvió de plataforma para manifestaciones artísticas que han trascendido al ocaso del movimiento. Entre ellas, los comics.

En aquel pandemónium de rock psicodélico, drogas y amor libre idea Gilbert Shelton la parodia de superhéroe más perturbada que haya pasado por imprenta alguna. El Superserdo vino del espacio exterior para acabar con el mal y la delincuencia en nuestro planeta aunque para ello tuviera que arrancar alguna cabeza o desmembrar algún mafiosillo. Publicadas originalmente en revistas universitarias en 1962, las historias del Superserdo nos muestran ya todas las virtudes como narrador y dibujante de Shelton, su ritmo endiablado y toda su desvergüenza.

Sólo quiero reírme, no se ofendan

El humor de “Las mejores historias del Superserdo” es corrosivo y amoral. Es recomendable acercarse a él teniendo en cuenta que ignora cuánta norma moral se haya establecido. Hay violencia gratuita para hartarse, situaciones cafres hasta decir basta y personajes caricaturizados de forma humillante. Todo un manjar para sibaritas de la barbaridad impresa y que veremos años después continuado en las obras de otros locos como Bagge, Corben o Clowes.

Shelton toma todos los clichés de los comics de superhéroes y los moja en psicotrópicos para regurgitar unos guiones completamente enajenados. Deliciosa locura ésta que colmará las aspiraciones de los amantes del surrealismo desvergonzado. Una máquina del tiempo con forma de retrete, violaciones nasales o pingüinos disfrazados de monjas robando los cepillos de las iglesias son imágenes que veremos en éstas páginas.

Veremos incluso incongruencias en el guión que el propio Shelton señala y reconoce. Le viene bien para la continuidad de la historia y lo hace, sin más. No hay remordimientos. Si te dispones a saltar todos los límites, no va a venir de uno más. Con el aviso previo, recomendamos con ahínco esta obra porque de vez en cuando es muy gratificante navegar por mares embravecidos con el velamen rajado y el sextante roto.

Feísmo bello

El dibujo de Shelton está tan ido como sus guiones. Estructura las páginas con arreglo a los cánones, incluyendo incluso la clásica viñeta de presentación de historia y personajes que fue costumbre durante mucho tiempo en los comics de superhéroes. Y ahí se acaba toda normalidad. Su arte caricaturiza con crueldad, destacando con sus retratos la negatividad en los caracteres de los personajes. Las mandíbulas prominentes, las narices exageradas o las dentaduras gigantescas señalan como un semáforo el rasgo determinante de la personalidad que Shelton quiere destacar. O ridiculizar.

Ademas texturiza con saña, creando volúmenes y sombras sin manchar directamente, construyendo tramas de líneas nerviosas e irregulares. No tiene problemas ni con las figuras humanas ni con los fondos, pero su conocimiento lo demuestra deformando hasta lo risible. Y posee dos virtudes que no podemos olvidar: narra bien y tiene su propio estilo. La pluma de Shelton contribuye al desarrollo tan bien como los textos. Es la simbiosis perfecta en la que consiste el comic: imagen y palabra escrita unidas  para formar un nuevo arte. Por otro lado, en cuanto vemos una viñeta de Gilbert Shelton la identificamos como suya sin esfuerzo. Muy pocos pueden realmente afirmar que se infiere de inmediato su autoría de una plancha con sólo verla. Shelton si puede.

Pilares del underground

Gilbert Shelton nace en Houston (Texas, EEUU) en 1940 y es una de las firmas más importantes del comic estadounidense. Junto a Robert Crumb conforma la bicefalia indiscutible del underground yanqui. “Wonder Warthog” es su primer clásico, pero la cumbre de su arte llegaría en 1969 con la publicación de su serie “Los Fabulosos Freak Brothers”, retrato de una sociedad respondona, gamberra, divertida e irresponsable como la estadounidense de la época. De ésta última extrajo un spin off titulado “Las aventuras del gato de Fat Freddy” tan divertida como aquella. Actualmente afincado en Francia, trabaja junto al francés Pic en las desventuras alocadas de una banda de punk rock titulada “Not Quite Dead”.

A Gilbert Shelton debemos agradecerle que fuera de los primeros que intentó convencer a Janis  Joplin para que se lanzara al rock and roll y el haber creado un grupo de historietas y personajes que han saltado de su contexto histórico para convertirse en clásicos intemporales. Por ello, y ahora que ha anunciado que está pensando seriamente en retirarse, sólo nos queda lamentarnos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *