Chapuzas de amor

Un tanto desconcertados andamos con esta obra. Existen discordancias (creemos que insalvables) entre lo que nos ha gustado y lo que no. El más talentoso de los hermanos Hernández vuelve a rebuscar en su particular universo y reutiliza sus clásicos personajes para pergeñar un libro con un apartado gráfico excepcional.  La historia sin embargo, tras varias relecturas, sigue dejándonos algo fríos. “Chapuzas de amor” ha suscitado cuasi unánimes alabanzas y, una vez más, debemos romper nosotros esa homogeneidad y ponerle algunos peros.

Este título hace difícil inclinar la balanza hacia ningún lado. Jaime Hernández se olvida completamente de esos toques leves de ciencia-ficción tan alegre de los primeros “Love & Rockets” , brindándonos una historia de amores y desamores maduros. De ésos que uno tiene cuando ya peina alguna cana y que poco se parecen a la desbordante verbena de los enamoramientos juveniles. Maggie ya no es la alocada mecánica que vivía aventuras junto a Hopey Glass. Se ha convertido en una mujer madura que empieza a rememorar  con nostalgia sus años de infancia y primera juventud para reencontrar, perder y volver finalmente con el amor de su vida.

Buen contador de historias

La historia está narrada magistralmente, pero no nos ha llenado lo suficiente. No alcanza para hacer vibrar esa nota que se nos clava en el tímpano. Porque se puede contar muy bien un relato flojo. Y es que en realidad “Chapuzas de amor” nos ha sonado a telefilme para consumo masivo: de ésos que nos programan a mediodía las cadenas generalistas. La excelencia en la composición y el exquisito ritmo, desgraciadamente, no consiguen disfrazar una historia que ya hemos visto, leído y oído cientos o miles de veces.

Chapuzas de amor 3

Las anteriores eran las sensaciones negativas. Ahora hablaremos de las positivas. Si bien el argumento en sí tiene poco fuste, está empaquetado con todo lujo. Hernández sabe componer un guión y llevarnos por donde quiere. Y consigue, pese a la intrascendencia de fondo, que no perdamos nunca el interés. Ha creado un folletín de amoríos cuarentones insustancial, pero tan bien narrado que evita que cerremos el libro y lo arrojemos a la pila de los Olvidables.

Chapuzas de amor

Al contrario que su hermano Beto, Jaime Hernández ha terminado por dominar  la técnica narrativa. No hay tiempos muertos. No hay pausas forzadas. No tiene el cachazudo y cansino pasar de “Tiempo de canicas”, por ejemplo. Las páginas fluyen bien, con todo en su sitio y sin nada que notemos que sobre o que se haya añadido como relleno. O para hacer bulto. Lo mismo ocurre con el excelente dibujo.

Estilo clásico: mucho mejor

Ver las páginas de este autor nos trae inmediatamente a la cabeza a los grandes clásicos. Milton Caniff, Alex Raymond, Carlos Giménez o Alex Toth viven entre el entintado de las viñetas. No tiene alardes técnicos o estilísticos porque no los necesita. El juego con la tinta y el manchado son suficientes, y se bastan y se sobran ellos solitos.

Chapuzas de amor 4

Que nadie niegue el placer que produce ver planchas dibujadas de esta manera. Entre tanta obra clónica y tanta jactancia con el coloreado y los efectos digitales, el simple gusto por la línea y los espacios pintados en negro son una alegría para los que valoramos el entumecimiento de los dedos agarrotados entre un pincel o una plumilla. Y perdonen ustedes la perorata de abuelo Cebolleta que les acabamos de soltar. Jaime Hernández es también el que mejor domina el dibujo de su clan. Sus manos han alcanzado un nivel sobresaliente en la composición de planchas y viñetas. Domina también con soltura la figura humana, y logra dar vida auténtica a sus personajes. Cosa harto difícil, créanme.

El clan Hernández

Jaime nace en 1959 en Oxnard (California), que es con toda seguridad la “Ciudad Marrón” de la que habla en el libro. Hijo de una familia de inmigrantes mejicanos, crece impregnado por los tebeos clásicos estadounidenses. La eclosión del punk-rock y el descubrimiento del cómic underground le lleva a mezclar ambas influencias con sus propias vivencias personales en el bombazo independiente que creó junto a sus hermanos Beto y Mario llamado “Love & Rockets”.

Chapuzas de amor 2

Tras el final de éste, Jaime siguió desarrollando su particular universo en “Locas”, “La educación de Hopey Glass”, “Penny Century” o “El retorno de las T-Girls” que ha editado también La Cúpula en España. Esperamos con sinceridad que esta irregular obra no sea el colofón de tan sobresaliente saga.

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