La rueda celeste

Ediciones Minotauro ofrece la posibilidad de leer “La rueda celeste”, un título de Ursula K. Le Guin publicado en 1971 y merecedor del premio Locus a la mejor novela. Ambientada en un futuro distópico, la obra explora los límites del progreso y del poder, y trasluce una perspectiva taoísta.

George Orr ha de someterse a una terapia psiquiátrica por haber abusado de medicamentos tomando prestadas tarjetas farmacéuticas de sus amigos. Cuando su psicoterapeuta, William Haber, le pregunta por el motivo de su infracción, contesta que algunos de sus sueños se hacen realidad.

Soñar la realidad

Aunque a primera vista pueda parecer paradójico, George vive aterrorizado y se medica para evitar dormir. Lo que quiere decir es literal: algunos de sus incontrolables, incluso delirantes sueños —es decir, análogos a los de cualquier otra persona— se hacen realidad.

William Haber, que ha dedicado la mayor parte de su carrera profesional a la investigación onírica, decide aprovechar la coyuntura para probar el aumentador, un aparato diseñado por él mismo capaz de inducir el sueño.

Al final de la sesión, el resultado es ambiguo. George afirma haber cambiado un cuadro de la habitación por medio de un sueño efectivo; pero tal y como siempre ocurre, según su testimonio, todo el mundo recuerda el nuevo elemento como si hubiera estado siempre allí. Salvo él, siempre presente de alguna forma durante el cambio, nadie parece consciente de lo que ocurre. Haber no está seguro y decide estudiar el asunto en futuras sesiones.

El dilema del progreso

Ursula K. Le Guin nos ofrece en esta novela de 1971 una reflexión sobre el concepto de progreso que se ha erigido históricamente como uno de los motores ideológicos en la sociedad occidental.

La acción de la novela se sitúa a principios del siglo XXI, en un contexto distópico en el que la superpoblación ha provocado que las personas se hacinen en grandes urbes. La precariedad de las viviendas, el control terapéutico y la degradación ambiental son algunos de los elementos sobre los que se incide. Además, la trama le dará a la autora la oportunidad de reinventar muchas veces este futuro haciéndonos partícipes de toda una constelación de proyecciones futuras.

Por un lado, William Haber encarna la esperanza racionalista de un mundo mejor, investigador de la mente y partidario de un proyecto social que conlleva una serie de intervenciones activas con la finalidad de alcanzar una sociedad utópica. Como contrapunto, George Orr, el protagonista de la novela, se nos muestra como un sujeto que contempla el espectáculo del mundo con estupor. En un primer momento, su pasividad aparece como rasgo coyuntural que podría achacarse a la desorientación o a la falta de incentivos en su entorno. Pero a medida que avanza la novela, esta actitud, ya no tan negligente como aparentaba, va cobrando más relevancia hasta postularse como verdadera alternativa —y tal vez complementaria— a la perspectiva de su psicoanalista.

La dinámica entre especialista y paciente, entre intervencionismo y aceptación, remitirá a los fundamentos del taoísmo, por los que la autora manifiesta inclinación. En esta línea, a modo de introducción de algunos de los capítulos, encontraremos citas de filósofos chinos como Chuang Tse o Lao Tse (de hecho, Le Guin se entregó hace dos décadas a una traducción del Tao Tse Ching).

La lírica de lo onírico

La acción y los escenarios de “La rueda celeste” caen a veces en la ambigüedad de los sueños, y la realidad parece mezclarse con la ficción; la imprevisibilidad de los sueños, del inconsciente, se libera en el mundo material con consecuencias de gran envergadura. El debate ético sobre cómo mejorar la sociedad y sobre la posibilidad y los peligros de imponer cuanto se desea, sin un concienzudo análisis de implicaciones, se sitúa en un primer plano de esta lectura.

Pero además, la novela constituye un maravilloso ejemplo de la maestría de Le Guin a la hora de escribir. La trama parte de una idea simple y peregrina: la posibilidad de materializar los sueños; pero da lugar a una obra cuya lectura se disfruta en cada página. Con un uso recurrente del diálogo, la autora presenta a menudo las situaciones in situ, haciendo que sean los propios personajes quienes, al hacernos partícipes de sus conversaciones, nos transmitan qué está ocurriendo. Y como cada capítulo es una inmersión a un lugar distinto, la sorpresa está asegurada.

Además, la prosa de “La rueda celeste” equilibra perfectamente los elementos de la ficción con un aura lírica, más propia de lo onírico, para delinear una novela de ensueño.

Sobre la autora

Ursula K. Le Guin es una de las autoras indispensables de la ciencia ficción y la fantasía. De padres antropólogos, la influencia de esta disciplina deja huella en su producción literaria. Fue la primera mujer en obtener el galardón “Grand Master” por la Asociación de escritores de ciencia ficción y fantasía de Estados Unidos (SFWA, por sus iniciales en inglés). Además de una veintena de novelas, ha publicado también poesía, ensayo y literatura para niños.

Entre sus obras más populares se encuentran “Los desposeídos”, “La mano izquierda de la oscuridad”, “El nombre del mundo es bosque” o el ciclo de Terramar.

“La rueda celeste” no tiene nada que envidiar a sus otros títulos. Es una novela magnífica que explora el universo de lo posible y plantea una discusión ética sobre el poder y la idea de progreso.

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