Seraphina

Pocos autores pueden jactarse de contar con una ópera prima tan potente como “Seraphina”. La norteamericana Rachel Hartman nos presenta, de mano de Nocturna Ediciones, una novela exquisita y sorprendente capaz de dar unas cuantas vueltas de tuerca a la vieja leyenda de los dragones.

Dragones, reyes soberanos de la literatura fantástica. Nacieron como bestias primigenias de la mitología nórdica para saltar siglos después a la corte medieval, donde se transformaron en símbolo del Mal y en blanco perfecto para las lanzas de los santos caballeros. No fue hasta principios del siglo XX que la sierpe fue reivindicada otra vez por la literatura: nacieron entonces grandes mitos del género fantástico como Smaug y Glaurung, los dragones tolkianos, o la larguísima estirpe de la saga Dragonlace.

Este renacer glorioso supuso un pistoletazo de salida y los dragones se multiplicaron en las páginas de literatura fantástica, algunos brillantes y otros mediocres, hasta convertirse casi en una plaga.

Bienvenidos a la nueva dragonidad

Después de tanta historia y tanto trajín, parece difícil que alguien tenga algo nuevo que contarnos acerca de los dragones… pero hete aquí que Rachel Hartman lo tiene. “Seraphina” nos presenta una raza diferente, original y refrescante, capaz de aglutinar las viejas costumbres draconianas con un poco de sangre nueva y juvenil.

La autora es consciente del tirón que tiene entre el público ese juego llamado “cambio de roles”. Vampiros buenos y centelleantes, brujas que en realidad son bellísimas personas, zombis simpaticones y demás fauna poco convencional ha resultado ser una profunda veta de oro para las editoriales. Los dragones, por supuesto, no podían quedarse atrás, por fuerza han de reinventarse una vez más.

Sin embargo la autora va más allá del simple cambio de roles: no se trata de que sus dragones ahora sean buenos o nobles, porque no lo son. No más que las personas, al menos. Lo novedoso es que se convierten en criaturas de gran complejidad psicológica. La mente de un dragón funciona como si la mente humana se reflejara en un espejo: todo es parecido, y a la vez totalmente opuesto. En realidad los humanos no somos tan diferentes de los dragones de “Seraphina”, se trata tan sólo una cuestión cultural y un poquito biológica también.

Una partida de “Cluedo” en la corte de Goredd

La estructura de “Seraphina” gira entorno a tres tramas muy diferentes y a la vez complementarias. La primera se centra en la vida y circunstancias personales de Seraphina, una protagonista con mucho gancho cuyo fascinante mundo interior es uno de los puntos fuertes de la novela. La mente de Seraphina es como un borboteante caldero donde nos sumergimos con verdadera curiosidad, y del que es muy difícil salir.

En cuanto a la segunda trama, ésta bebe directamente de la buena y vieja tradición policíaca: tenemos un misterio, cantidad de sospechosos, y un delicado equilibro de intereses políticos en la Corte de Goredd, donde todo el mundo se mira con el rabillo del ojo. Dentro de este denso ambiente con aires de “Cluedo”, los dos personajes principales, Seraphina y Lucian Kiggs, se mueven como verdaderos detectives de la escuela sherlockiana: ambos son cuidadosos, perspicaces y poseen un código moral inflexible. Juntos forman un buen equipo, como mandan los cánones.

La tercera trama, que sirve como percha a las otras dos, es una especie de contexto socio-político cultural que a algunos puede atragantárseles por su relativa lentitud, pero que resulta fundamental para disfrutar plenamente la historia. Esta ambientación es rica en detalles y suficientemente densa como para sostenerse, pero no tanto como para aburrir o desorientar al lector.

Por Santa Capita y San Ogdo

La historia se desarrolla en las calles de Goredd y visita fugazmente otros territorios del mapa (Ninys, Samsam, Porphyria), que sirven poco más que de complemento… al menos de momento, porque la novela promete expandirse en una segunda parte por un mundo más amplio, y los espacios vacíos del mapa sin duda se poblarán.

Si bien la ambientación no se diferencia mucho de tantas otras ciudades de la literatura fantástica (todas tienden a ser medievaloides y roleras), hay un factor que destaca como la punta de un iceberg: la autora ha tejido un trasfondo cultural fuertemente inspirado en la religiosidad católica, tan original y bien hilado que más que un lugar inventado, Goredd podría ser una ciudad bajomedieval europea, como Nantes o Bamberg.

Los santos rigen la vida de la población, que se pone bajo su égida: Santa Capita, San Willifred y los temibles Hijos de San Ogdo son sólo algunos miembros de este ejército de Santos Patrones, símbolo de la estrechez de miras de la mente humana y su inflexibilidad. No es que los santos sean malignos por naturaleza, (muchos son simplemente patrones de las cosas más inverosímiles o santos protectores), sino que alimentan una tradición inmovilista y reacia al cambio. Y tanto la humanidad como la dragonidad deben cambiar, o mejor dicho evolucionar, para alcanzar el equilibrio.

Rachel Hartmann, madre de dragones

Al igual que la reina Tragaryen de “Juego de Tronos”, Rachel Hartman se ha convertido en una nueva “madre de dragones”, dando a luz en su primera novela a una raza nueva que estamos seguros, dará mucho juego. La segunda parte de esta bilogía, “Shadow Scale”, ha sido ya publicada en Estados Unidos y saldrá a la venta en España en el año 2016. Desde El Mar de Tinta esperaremos con ilusión y mucha curiosidad su llegada.

Y es que al margen de la historia, estos dos libros son pequeñas joyas del arte editorial: comparado con las versiones sacadas en otro países, el volumen de Nocturna Ediciones llama la atención por su formato y por el cuidadoso arreglo de la portada. Nunca hay que sobreestimar el hecho de que muchas veces, “un libro entra por los ojos”. Aquellos que amen los libros no sólo por su contenido sino también por ser objetos de intrínseca belleza, no podrán resistirse a “Seraphina”.

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