Twentieth Century Bola Ocho

Todos nos hemos preguntado qué se esconde en la mente de un autor de cómics. Nos intriga conocer los procesos mentales de los que manan las historietas que nos cautivan, epatan, emocionan y entretienen. Y de autores como Daniel Clowes, aún más. Es manifiesto que detrás de una obra hay siempre algo impregnado de su autor. Si es vacua e insustancial, inferimos que su artífice es superficial y de escaso pertrecho intelectual. Si son intensas y provocativas ,nos imaginaremos un productor con una rica vida interior y una mente avispada y ágil. ¿Y en el caso de Mr. Clowes? “20th Century Bola Ocho” nos aproxima a ello.

Daniel Clowes es una de las personalidades destacadas del tebeo moderno. Sus cómics tienen un humor ácido y una neblina onírica que lo impregna todo. No alcanza los niveles de auténtica pesadilla de Charles Burns, pero sí juraría uno encontrarse en medio de un extraño sueño poblado de criaturas singulares y tipejos extraordinarios y desagradables. Esto se ve en “Como un guante de seda forjado en hierro” más que en “Ghost World” o “David Boring”, y en esta “Bola” tenemos un poco de todo ello.

Pensamiento inconexo, historias inconexas

La edición en rústica que manejamos tiene la pequeña pega de un tamaño de fuente en exceso diminuta para aquellos a los que la presbicia tomó en sus brazos. Aparte de esto, que no es sino queja de cascarrabias, es un acierto recopilar los trabajos del principiante Clowes de los años noventa en su autoeditada revista homónima. Son historias breves con una máxima extensión de cuatro páginas en las que el autor desnuda sus filias y fobias. A veces presentándose él mismo como protagonista, otras usando gentecillas extrañas como cordón umbilical entre lo que bulle en sus meninges y la realidad que le rodea.  Esa realidad es a veces desesperante por patética, por aburrida o por estúpida. Y en otras retrata tipos, situaciones y colectivos que considera dignos de mención porque sean interesantes o por mor de ser odiosos y provocar el asco físico e intelectual.

Siempre, claro, con ese humor avinagrado de los autores de su generación. Resulta gracioso y divertido hasta en los momentos en los que destila bilis por los poros. El mundo del arte y los artistas, la masa embrutecida adoradora de la TV, los estetas, los freaks solitarios o simples paisanos de a pie son triturados por la imaginación de Daniel Clowes para descargo de su psique y regocijo de la nuestra.  No es este un formato nuevo. Ya lo vimos en Peter Bagge y su “Mundo Idiota”. Clowes, bebedor de las mismas fuentes que sus colegas contemporáneos utiliza los mismos moldes y las mismas arcillas para moldear su particular visión del mundo que le rodea. Siempre acre, incluso insultante, siempre resulta hilarante en su maldad.

Caricaturista inmisericorde

En blanco y negro o en un color plano y barato propio los comic-book ochenteros, el grafismo de Daniel Clowes bascula entre los extremos que le son propios. En “El paseo”, pongamos como ejemplo, es el dibujante de trazo seguro y confección clásica de sus obras más conocidas. Salido de una Escuela de Arte, Clowes puede ser tan academicista como el que más en la forma, en la composición y en el uso de la línea.

En otras, como “Frankie y Johnnie” se desata en la caricatura. Lanza la plumilla sobre el papel casi sin pensar en lo que hace. Simplifica a la máxima potencia para limitarse al resalto de rasgos o la desmesura en las expresiones. En todo caso, demuestra una habilidad superior en el dibujo y una personalidad propia clara y definida.

Un hijo de Chicago

Daniel Clowes nació en 1961 en Chicago (EE.UU.).  Estudió arte en el Instituto Pratt de Nueva York, de donde no parece que saliera muy satisfecho, visto lo que comenta en “Bola Ocho”. Debutó en “Love and Rockets”, la revista de los hermanos Hernández. “Eight Ball” aparece en 1989, donde se incluyen seriadas sus obras más conocidas: “Como guante de seda forjado en hierro”, “David Boring” y “Ghost World”. Esta última fue adaptada por el propio autor para la película que se estrenó el año 2001.

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