De pronto oigo la voz del agua

De una dulzura arrolladora. Así es la nueva novela de Hiromi Kawakami, cortesía de la editorial Alfaguara. Una historia intimista de esperanzas perdidas, amor y familia, donde los secretos se esconden bajo la falsa apariencia de una normalidad doliente. Pura poesía para amantes de la fragilidad.

Hiromi Kawakami se dio a conocer en 2017 con “El cielo es azul, la tierra blanca”, título publicado en la misma editorial. Sin embargo, sus escritos ya habían conseguido los galardones más prestigiosos en Japón y era considerada una de las voces más sobresalientes de la narrativa nipona. Su estilo se caracteriza por la sencillez y la belleza. Su ritmo lento acompasa la cadencia de sus historias cargadas de melancolía. “De pronto oigo la voz del agua” abre las puertas a la intimidad de una familia en la que nada es lo que parece.

Secretos de familia

Tras años de abandono tras la muerte de su madre, los hermanos Miyako y Ryo regresan a la casa de su infancia. Ha pasado el tiempo y todo parece desmoronado. Como sus vidas, en apariencia apacibles y completas. Pero volver al pasado traerá consigo dolorosos recuerdos y secretos que no deberían ser desvelados.

La convivencia diaria hace que Miyako recuerde de forma vívida su relación con su madre, siempre serena pero de fuerte carácter. Cómo su presencia llenó los espacios vacíos que rodeaban a Miyako, quien no encuentra su sitio en la vida. Un fuerte sentimiento de melancolía envuelve la cotidianidad de los hermanos, acercándoles en su dolor, reviviendo sentimientos olvidados que deberían mantenerse enterrados.

Ritmo y compás

Hoy, en el año 2013, he cumplido cincuenta y cinco años. Ryo, cincuenta y cuatro. No somos demasiado mayores, pero tampoco jóvenes. Sigo sin saber dónde situarme, qué lugar me corresponde en el mundo

De pronto oigo la voz del agua” es breve, no llega a las doscientas páginas y, sin embargo, contiene un mundo en su interior lleno de intensidad. Una historia sobre la soledad, la tristeza y el desencuentro, señas que caracterizan las novelas de la autora. Su calidad es indudable, así como la tristeza que transmite.

Dos hermanos perdidos en el presente buceando en un pasado que creían conocer bien, y que sin embargo oculta una terrible verdad sobre sus vidas. Una familia que parecía perfecta y se descubre disfuncional. El desarrollo de la novela siempre camina entre lo conocido y la realidad, un tira y afloja entre lo que sienten los personajes y lo que transmiten. La sociedad japonesa actual vuela entre su aperturismo europeo y sus tradiciones sociales.

Todo lo que el lector conoce se transmite a través de Miyako, narradora en primera persona. Sus inquietudes y miedos se presentan de forma velada. Ese silencio exterior se contrapone a la tormenta interior. Poco a poco, esta característica se extiende a los demás, mostrando unos caracteres completamente opuestos a lo esperado. Uno de los puntos fuertes de la narrativa de Kawakami es esa facilidad para doblegar situaciones esperadas y transformarlas. El lenguaje es su gran aliado, pues completa las escenas de forma magistral. Las descripciones que encontrará el lector son tan sugestivas que es imposible removerse por dentro.

Sin embargo, es posible que, perdiéndose en la belleza de las palabras, se pase por alto que en “De pronto oigo la voz del agua” estamos ante un dramón familiar visto desde una perspectiva femenina. Si bien su intimismo arrebatador atraerá a muchos lectores, es posible que su carácter dramático aleje a otros. Lo mejor es darle una oportunidad. Es una novela que ofrece muchas conversaciones interesantes.

Kawakami y la soledad

Hiromi Kawakami es una escritora que ha fundamentado su carrera literaria en transmitir como nadie los sentimientos de pérdida y melancolía. Desde los relatos breves de su debut (“Kamisama”) hasta la novela que nos ocupa, la autora arrastra a sus personajes a la más triste de las soledades vitales. Incluso rodeados de gente, sus protagonistas viven solos, sin saber dónde quedarse o qué hacer. Imperan los personajes femeninas, que pueden encontrarse de todo tipo. No sólo cuenta con una heroína trágica. Ésta se rodea de otros caracteres que, de alguna manera, terminan de perfilar su desarrollo.

Las novelas de la japonesa son un canto doliente a la fragilidad humana, pero descritos de forma tan hermosa que es imposible apartar la mirada de sus páginas. Abre las puertas a la intimidad de forma sencilla, ofrece historias donde lo ordinario no aburre. Los detalles pequeños, los silencios, cobran una gran importancia en “De pronto oigo la voz del agua” y en sus otros trabajos. En este mundo actual que corre sin respirar es de agradecer poder encontrar estos oasis de humanidad. Aunque sea una humanidad que necesita recomponerse, encontrar su lugar y vivir con los errores.

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