El asesino inconformista

Carlos Bardem regresaba a las librerías el pasado junio con este título que no dejará indiferente a aquellos que se aventuren a escogerlo. “El asesino inconformista” es una novela repleta de humor ácido, introspección, filosofía y, crítica social.  Llega de la mano de Plaza & Janés con una edición de sugerente portada. 

Si se deja guiar por su título, el lector podría pensar que se encuentra a punto de adentrarse en un thriller trepidante, y sin embargo, “El asesino inconformista” tiene más de novela costumbrista que de novela “policíaca” al uso: unos personajes entrañables y atípicos que se desgranan en una historia tan original como de rabiosa actualidad que deleitará al público más exigente.

Fortunato, exterminador de corruptos

Un extraño código moral, la muerte y el amor se dan la mano en Fortunato. Es un tipo enigmático ligeramente misántropo, que comunica poco y observa mucho. Con un oficio reprobable y necesario a partes iguales: Fortunato asesina políticos corruptos.

Con su último encargo, Fortunato comenzará un viaje al pasado, dándonos la posibilidad de conocer los motivos por los que asesina, el momento exacto en el que la violencia empezó a ser parte intrínseca en él y qué lo desencadenó. Se inicia así un camino a través de los derroteros de la memoria, una miríada de anécdotas, escenarios y personajes singulares. Asistiremos a las convicciones y dudas del asesino, su particular forma de entender este mundo tan fascinante como oscuro. ¿Cuál es el papel de Fortunato dentro de la sociedad? ¿Cómo se puede matar y a la vez, amar tanto?

Las luces y las sombras se difuminan en este personaje carismático y entrañable. Las anécdotas, entrelazadas hábilmente con monólogos interiores donde se desgrana las convicciones y opiniones del lúcido asesino, rezuman humor ácido y harán, en más de una ocasión, desternillarse al lector.

Simpatía por el diablo

Los antihéroes están de moda, meterse en la mente del psicópata, del perturbado, del asesino. Lo vemos en series televisivas como «Dexter», por poner un ejemplo entre cientos, reiterado en el tiempo en diferentes formatos, con mayor y menor éxito.  La separación entre héroe y villano deviene borrosa, y de la mano del escritor madrileño nos zambulliremos encantados en sus profundidades.

Bardem consigue algo inusitado a la hora de presentarnos el discurso interior de Fortunato: nos cae bien. Nos compadecemos de su situación, de su bagaje y hogar desestructurado, pero entendemos sus motivos para hacer lo que hace, incluso (aunque sea políticamente incorrecto decirlo en voz alta) nos alegraremos de que sea él quien dé su merecido a algunos despojos humanos. Será su amor por Claudita lo único que lo humanice, y lo ancle al territorio de las emociones, y por esto último nos gustará todavía más.

El resto de elenco de personajes, pasadísimos de rosca, reales como la vida misma, dan verosimilitud a un relato que avanza lento a través de los recovecos de la memoria del asesino, de su interesante psique, mostrándonos su particular forma de relacionarse con el mundo y, sobre todo, con Claudita, esa afanosa actriz que encarna la antítesis de Fortunato.

Referencias y crítica constructiva

El texto de Carlos Bardem, a través de Fortunato y también algo de Claudita aborda muchos temas que van más allá de la corrupción política que desafortunadamente controla el país. Nuestro protagonista no es un matón de tres al cuarto: lector avezado, de intelecto rápido e interesado en las artes y la historia, sus opiniones acerca del mundo en el que vivimos, la sociedad del siglo XXI, la inconsciencia y el aborregamiento de las masas nos van perfilando una España de rabiosa actualidad. Las citas con las que el escritor abre cada capítulo son, sin lugar a dudas, de atinado buen gusto.

Ya no basta con comer y tener un techo, ahora hay que tener lo que tienen los demás. Y esa nueva necesidad es la primera cadena al cuello de las nuevas generaciones, la que garantiza la pax tecnológica. Claro que, pensó Fortunato, en un mundo basado en el consumo infinito, era lógico que el derecho más valorado por muchos fuera el derecho a tener, a esclavizarse de por vida para poseer cosas efímeras, que nacen muertas, obsoletas.

“El asesino inconformista” con su humor negro, sus personajes transgresores, su prosa rápida, rica e irreverente, hacen de esta lectura un entremés delicioso, con reminiscencias del Eduardo Mendoza más desvergonzado. Actual y sin embargo nostálgica, es ésta una novela para devorar de una sentada. Llévenselo de vacaciones, no les decepcionará.

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