El legado de Maude Donegal. El hijo superviviente.

Una edición imprescindible para los amantes de la buena escritura, cuidada y detallista. Siruela presenta el último trabajo de Joyce Carol Oates, dos novelas cortas que emulan la belleza y ambigüedad de la literatura gótica. Trasladando al tiempo actual los temores atávicos de la humanidad, “El legado de Maude Donegal. El hijo superviviente” es el  perfecto ejemplo de buen hacer de una escritora que se adentra en el alma humana y saca a la luz sus anhelos más oscuros.

La pluma de Joyce Carol Oates es, sin lugar a dudas, todo un deleite. Sus descripciones y la forma de plasmar la conciencia de sus personajes, dejan ver un arte que parecía extinto. Como salidas de otra época, estas novelas ofrecen lo mejor de una autora de gran talento.

El legado de Maude Donegal

Clare, huérfana adoptada en la niñez, recibe la llamada de un abogado que le anuncia una inesperada herencia. Su tía abuela carnal, Maude Donegal, acaba de fallecer y le ha legado una antigua granja familiar. Deberá personarse frente a sus parientes vivos, dos tías abuelas y un tío, para aceptar su herencia o renunciar a ella.

Ante la perspectiva de conocer a su familia de sangre y las circunstancias de su adopción, Clare acude a la cita. Una vez allí, deseará no haber contestado nunca a la llamada.

El hijo superviviente

Estefan, de nueve años, espera la llegada de su padre con su prometida, una joven apenas diez años mayor que él. Tras el suicidio de su madre, quien arrastró consigo a su hermana, se ha convertido en un superviviente. Y ahora debe enfrentarse a un nuevo cambio. Elisabeth es cariñosa y siente un profundo anhelo de convertirse en una verdadera madre para el niño. Pero éste se muestra distante, lacónico. El carácter de su padre, un profesor arisco y rudo, no ayuda.

Sin embargo, hay algo en la casa que despierta extraños sentimientos en Elisabeth, quien se pregunta si la muerte de la primera mujer sucedió tal y como todo el mudo lo cree.

Terror gótico actualizado

La esperanza es esa cosa con plumas, advirtió el poeta. Y es fácil de herir, pues es vulnerable. (“El legado de Maude Donegal”)

Maravillados nos ha dejado esta muestra de perfección literaria. Cómo en tan poco espacio, Joyce Carol Oates construye dos historias íntegras, perfectamente estructuradas y de gran belleza lingüística. El lenguaje empleado, tan actual, deja traslucir la melancolía típica de las novelas góticas. Con sus fantasmas inesperados (en realidad, sombras de la psique), sus figuras lánguidas (que aquí se tornan en personajes inseguros debido a un trauma emocional) y sus paisajes desolados, auténticos páramos existenciales.

Cubiertos de plaza maciza. Grabados con la letra H. Casi todo en el hogar, así como la propia casa, es la herencia de Alexander; las pertenencias de N.K,. que no eran muchas, fueron retiradas y donadas tras las muertes. Incluso los libros. Sobre todo los libros con “N.K.” en el lomo.  (“El hijo superviviente”) 

Un mundo oscuro en el que los personajes se mueven hacia un final inesperado. Giros en la trama que elevan la historia y aportan un soplo vertiginoso. La autora domina a la perfección todos los elementos típicos de los clásicos y aporta un aire nuevo, sofisticado. Los personajes de “El legado de Maude Donegal. El hijo superviviente” cuentan con entidad propia. Perfectamente definidos desde las primeras líneas. En el primer caso, el lector vive de primera mano las tribulaciones de Clare, su soledad y angustia. En “El hijo superviviente” se empatiza con la futura madrastra, Elisabeth, quien sólo busca el bienestar de un niño solitario. En ambos casos se respira un aura fantasmal que no termina de materializarse, pero incomoda de la mejor forma.

Si algo se le puede achacar, un visto y no visto, es su cadencia, lenta y sosegada, que puede resultar monótona para los amantes del thriller más trepidante. Joyce Carol Oates es una autora para leer despacio y en soledad. Sin prisas. Ahonda como nadie en los sentimientos de abandono, pérdida y soledad. Materializa la importancia de la familia y las raíces en algo tangible y frágil. Esta melancolía inmersa en ambas historias puede resultar opresiva, perfecta para un género como el que nos ocupa.

Por todo ello, en El Mar de Tinta recomendamos sin tapujos esta obra. Un festín literario perfecto para tardes brumosas. Que lo disfruten.

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