En las calles de Madrid

Pocos solistas españoles gozan de un estilo tan inmediatamente reconocible como José María Sanz, conocido por todos los amantes del buen rock patrio como Loquillo. Su considerable estatura, coronada por un tupé que con los años ha ido perdiendo color pero no firmeza, llevan formando parte del panorama musical nacional desde 1980 y, a día de hoy, el cantante barcelonés sigue activo y en una envidiable buena forma.

En 2002, Loquillo se estrenó en una nueva faceta creativa con el primer volumen de sus memorias, El chico de la bomba, al cual siguió unos años después Barcelona ciudad. Ahora, de la mano de Ediciones B, el líder de Los Trogloditas acaba de publicar la tercera entrega, En las calles de Madrid, libro en el que repasa los avatares de sus primeros contactos como músico con la capital de España.

Sólo hay un secreto que me lleva hasta aquí

En las calles de Madrid es el título de una de las numerosas y magníficas canciones que Sabino Méndez compuso para Loquillo y los diferentes grupos por él liderados. Fue incluida en el segundo álbum de estudio de Loquillo y los Trogloditas, ¿Dónde estabas tú en el 77?(1984), en un momento en el cual la banda ya era lo suficientemente popular para empezar a recorrer la geografía española dando conciertos cada vez más multitudinarios.

El libro de Loquillo se centra, precisamente, en los años 1983 y 1984. Una vez terminado el servicio militar, el cantante y su recién formado nuevo grupo comienzan a moverse por un Madrid sumido en plena Movida y a realizar contactos que les permitirán fichar, en primera instancia, con el sello discográfico independiente Tres Cipreses (fundado, entre otros, por el llorado Eduardo Benavente) para, más adelante, acabar firmando un largo y fructífero contrato con Hispavox.

Llévame en tu coche a algún vicio por allí

Madrid en los años ochenta era, como ya hemos mencionado, la sede de ese movimiento cultural tan admirado como denostado que se conoce como la Movida. Siendo así, resulta lógico que Loquillo salpique la narración de sus vivencias en la capital con numerosos nombres bien conocidos por quienes amamos aquellos maravillosos años, muchos de los cuales coincidían en lugares tan emblemáticos como la sala de conciertos Rock-Ola.

El lector verá desfilar por En las calles de Madrid a muchos de los protagonistas de la vida artítistica de la época, como Alaska (quien cantaría un par de duetos con Loquillo en su disco El ritmo del garaje: la canción que da título al álbum y la popular Quiero un camión), Manolo García y Quimi Portet (de Los Burros y, posteriormente, El Último de la Fila), Poch (de Ejecutivos Agresivos y Derribos Arias), Eduardo Benavente y Ana Curra (primero de Alaska y los Pegamoides, y luego fundadores de Parálisis Permanente) y un largo etecétera.

Cuando los dandis muestran su desfachatez

A nadie le gusta criticar negativamente un libro. En El Mar de Tinta siempre solicitamos las obras que deseamos reseñar con la intención de disfrutar con su lectura. No obstante, de vez en cuando nos encontramos ante un volumen que no cumple las expectativas y, debiéndonos a quienes acuden a nuestras reseñas en busca de críticas objetivas, hemos de escribir nuestras impresiones con total sinceridad.

Dicho esto, la pregunta es: ¿recomendamos la lectura de En las calles de Madrid”? La respuesta es: no. No, por muchas razones. La primera de ellas es lo poco que se nos cuenta en el libro. Quien se acerque a él pensando que encontrará una descripción pormenorizada de  la génesis de los primeros discos de los Trogloditas, se llevará una gran decepción. Loquillo aporta datos, por supuesto, pero lo hace de forma inconexa, y tiende a divagar y a repetirse con demasiada frecuencia. En segundo lugar, la ausencia de un encarte fotográfico resulta, cuando menos, llamativa, máxime teniendo en cuenta que Loquillo describe varias imágenes (incluso alguna sesión fotográfica). ¿Tanto costaba incluir dichas imágenes en el libro?

Si a todo ello unimos la escasa longitud del volumen (192 páginas) con un tipo de letra grande y a un precio a todas luces excesivo, la conclusión es que nos encontramos ante una obra que probablemente solo satisfará a los fans más acérrimos de Loquillo (y puede que ni a ellos). Una lástima.

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