Luna. Luna Nueva

Nova nos trae la trilogía “Luna” de Ian McDonald. Su primer volumen, “Luna. Luna Nueva” plantea una sociedad humana adaptada a las condiciones insólitas de la vida en otro cuerpo celeste. Los “lunarios” muestran una conducta sexualmente desenfadada y no responden ante ninguna ley explícita. En la Luna no hay instituciones estatales:no existe la figura de ciudadano, sino únicamente la de cliente. El poder está en manos de una serie de corporaciones y los contratos rigen cualquier tipo de actividad económica y social. Ian McDonald comienza con “Luna. Luna Nueva” una trama de intrigas políticas entre familias en un contexto insólito, que ofrece toda una gama de nuevas posibilidades.

La Luna ha sido ocupada por los humanos y su sociedad se articula en torno a un capitalismo desmedido, en el que toda conducta se sanciona, en uno u otro sentido, por medio de contratos, no de leyes. A todo ser humano que llega a la Luna se le vincula una cuenta con los cuatro elementos: aire, agua, carbono y datos; que ha de sufragar constantemente. Como en la Luna no hay aire, los lugares habitados son compartimentos estancos; y, debido a los inclementes daños provocados por la radiación, se da una estratificación literal: los hábitats reservados a la gente pobre están más cerca de la superficie. 

Aquí hay dragones

En la sociedad lunar, el poder está en manos de los Cinco Dragones, las familias más influyentes y adineradas de la Luna, vinculadas a corporaciones importantes: los Mackenzie, pioneros de la explotación lunar; los Sun, emancipados de Pekín; los Vorontsov, que monopolizan los transportes lunares; los Asamoah, ghaneses especializados en sistemas vivos; y por último, los advenedizos Corta.

La trama de “Luna. Luna Nueva” (en adelante simplemente “Luna Nueva”) se centra en esta familia. El negocio de los Corta consiste en la explotación de helio-3 del regolito lunar para proveer energéticamente a la Tierra. Su fundadora, Adriana Corta —una brasileña que emigró a la Luna para completar su posgrado y ayudar financieramente a su familia—, decide escribir sus memorias antes de la celebración de su octogésimo cumpleaños y teme por el porvenir de su familia.

Adriana tiene cinco hijos. Rafael es el mayor, su sucesor inmediato y de conducta apasionada. El segundo en la línea de sucesión es Lucas; de mentalidad fría y calculadora, está convencido de que sus decisiones son las mejores para la familia. Su única hija, Ariel, ha preferido desvincularse de la industria familiar para consolidar su propia carrera como una de las mejores abogadas de la Luna. Carlinhos es el tragapolvos, prefiere la acción de la superficie lunar. Y por último está Wagner, que como algunos otros humanos de la Luna, experimenta extraños cambios de conducta con las fases de la Tierra.

Las intrigas políticas y las ambiciones contrapuestas constituyen el grueso de la trama. Desde que Rafael Corta se libra por poco de un intento de asesinato, los poderes de la Luna se ven envueltos en una espiral de tensión, tratando de desvelar o consumar diversas conspiraciones.

La trampa lunar

La trilogía “Luna” de McDonald suscita inmediatamente diversas comparaciones. La primera de ellas, vinculada a la ambientación de la trama en un cuerpo celeste vecino, es la posible afinidad con la trilogía de Marte de Kim Stanley Robinson. Si bien es cierto que hay cierto parecido en cuanto al desarrollo social en ambas obras —especialmente respecto a la influencia de grandes corporaciones y a la emergencia de un sentimiento de identidad que cristaliza en movimiento independentista—, hay poco en “Luna Nueva” de la nostalgia que algunos personajes de Robinson cultivan por el paisaje marciano.

Aunque la selenografía se hace patente a lo largo de la novela, no deja de ser auxiliar. Los “lunarios”, especialmente los de segunda y sucesivas generaciones, ya que han nacido en la Luna y no soportarían la gravedad terrestre, contemplan al satélite como su mundo; pero la Luna no les resulta especialmente bella, sino que se ven como animales atrapados en cavernas, alejados de la luz por temor a los efectos de la radiación.

En esta línea, los personajes de McDonald adoptan una visión de la Luna que despierta respeto y, sobre todo, temor; en la que ésta se erige como un agente letal, un medio hostil que aprovecha el mínimo descuido para cobrarse la vida de sus nuevos habitantes.

“Luna Nueva” no es una crónica sobre una posible terraformación lunar, sino una trama de intrigas políticas desarrollada en un entorno insólito, que la hace particularmente agobiante.

¿“Juego de Tronos” en la Luna?

Otra comparación que se hace inevitable es ver la trilogía “Luna” como un intento de replicar la fórmula de “Canción de Hielo y Fuego”, de George R. R. Martin, en un contexto más propio de la ciencia ficción que de la fantasía.

No se puede negar que gran parte de la trama se basa en intrigas corporativas: movimientos en un tablero político en que litiga un amplio número de personajes, dotados —todos y cada uno— de intereses propios y, a menudo, contrapuestos. Pero tampoco se puede pasar por alto el carácter oscuro del mundo que se nos describe: las condiciones críticas para la vida en la Luna hace que la amenaza se cierna continuamente sobre su sociedad, en la que cualquier conflicto podría desencadenar una catástrofe.

La política se convierte así en una cuestión de supervivencia, solo un equilibrio precario de poderes previene el sabotaje, la destrucción de los ecosistemas lunares. Es esta tensión, la muerte potencial de la que ningún personaje parece librarse, junto con cierto grado de perversidad desarrollada en muchos de los protagonistas (especialmente de aquellos nacidos, o que llevan mucho tiempo, en la Luna; ya que se aprecia implícitamente gran diferencia entre éstos y los terráqueos recién llegados), la que nos acerca a lo que el fandom ha empezado a llamar subgénero grimdark.

Un último aspecto, más relacionado con la forma, nos invita a comparar la obra con las series de televisión modernas; en particular con “Juego de Tronos”, la popular adaptación llevada a cabo por HBO de las novelas de la ya mencionada “Canción de Hielo y Fuego”. Ian McDonald nos ofrece una trama de la que forman parte decenas de personajes. Los capítulos se componen de diferentes fragmentos; y en cada uno de ellos, se adopta una perspectiva distinta que nos transporta al centro de la acción, de modo que la trama no deja de avanzar a buen ritmo.

Incluso en las remembranzas de los protagonistas, ocurren cosas todo el tiempo, hasta el punto que en ocasiones es tal la cantidad de información a procesar en poco espacio que el lector se ve obligado a volver sobre los esquemas de personajes de las primeras páginas para no perderse. Sin embargo, aunque no se consagren párrafos a la descripción, es sugestivo que el contexto, la riqueza del mundo en que se desarrolla la trama se infiera generalmente de la acción.

Sobre el autor

Nacido en Manchester en 1960, Ian McDonald ha sido galardonado con el premio Hugo al mejor relato corto y en dos ocasiones con el Premio de la Asociación británica de Ciencia Ficción (BSFA, por sus siglas en inglés) a la mejor novela. Entre sus títulos conocidos, se encuentran “El Río de los Dioses” y “Brasyl”, editados ambos en nuestro país por La Factoría de Ideas.

Con la trilogía lunar, cuyos derechos de explotación ya han sido adquiridos por la CBS, McDonald vuelve a estar en el candelero. “Luna Nueva” es solo el principio y ha quedado finalista del premio BSFA 2015 a mejor novela.

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