Las dos señoras Abbott

En “El libro de la señorita Buncle” tuvimos la oportunidad de conocer a la encantadora Barbara Buncle, una escritora con escasa imaginación (según sus propias palabras) pero con el don de reflejar en sus novelas los pequeños dramas cotidianos de sus vecinos y amigos. Posteriormente, en “El matrimonio de la señorita Buncle”, asistimos a un cambio de escenario y a la aparición de un buen puñado de “actores” sumamente interesantes.

Ahora, para cerrar la trilogía de novelas de D. E. Stevenson, Alba Editorial publica “Las dos señoras Abbott”, libro que retoma la historia de Barbara Abbott algunos años después del final del anterior volumen de la serie. En esta ocasión, además de saber qué ocurrió con los Abbott y sus allegados, asistiremos a nuevas incorporaciones a la ya amplia nómina de personajes surgidos de la fértil mente de la escritora escocesa.

Algunos años después…

“El matrimonio de la señorita Buncle” acababa con dos importantes revelaciones: la boda de Jerry Cobbe y Arthur Abbott (sobrino del esposo de Barbara), y el embarazo de nuestra querida escritora. El tiempo ha pasado, y en “Las dos señoras Abbott” nos reencontramos con una protagonista que ya es madre de dos criaturas. Simon, el primogénito, es un niño bastante travieso, mientras que su hermanita Fay hace gala de una inteligencia sorprendente en una niña de su edad.

Gran Bretaña se encuentra sumida en plena Segunda Guerra Mundial, razón por la cual Sam Abbott se encuentra luchando en Egipto y apenas aparece en la novela. Por su parte, Jerry y su fiel Markie acogen en su viejo hogar a un grupo de soldados, al tiempo que hospedan en una pequeña cabaña de su propiedad a una familia que ha escapado del bombardeado Londres.

A los personajes ya conocidos de la novela anterior se unen, pues, unas cuantas incorporaciones que convierten este volumen en el más coral de la serie. Entre los nuevos rostros presentes en la historia destaca la famosa escritora de novelas románticas Janetta Walters, quien acudirá a Wandlebury en pos de un necesario cambio de aires y acabará encontrando mucho más de lo que buscaba.

Tiempos de guerra

Si juzgáramos este libro a partir de la ilustración que preside su portada, cabría imaginar que “Las dos señoras Abbott” gira en torno a las desgracias acaecidas en el tranquilo y bucólico Wandlebury a causa de la guerra. Afortunadamente (y para tranquilidad de los lectores habituales de la serie que pudieran haber llegado a tal funesta conclusión), el dramatismo del conflicto bélico está prácticamente ausente de las páginas de la novela.

Como ya hemos comentado, Sam Abbott está luchando en tierras africanas, y protagoniza un intenso capítulo en el cual se enfrenta a un grupo de tanques alemanes. Y además, cierta emocionante aventura relacionada con la presencia de espías nazis en tierras inglesas pone de manifiesto que la amenaza teutona puede cernirse sobre cualquier rincón de Albión. No obstante, el elemento al cual D. E. Stevenson parece darle mayor importancia en su obra es el  deber patriótico de luchar en el frente.

Así, por un lado tenemos a un personaje joven como es Archie Chevis Cobbe, quien por edad debería estar ocupando el lugar que le corresponde en el ejército. Sin embargo, su importante labor como terrateniente encargado de la producción de alimentos en un período de escasez, hace que nadie (salvo él mismo, en determinados momentos) le reproche su permanencia en Wandlebury.

Por otro lado nos encontramos con Rudge, el único mozo de cuadras con quien cuenta Jerry Abbott. Cuando le llega la carta de reclutamiento, Rudge se niega a incorporarse a filas confiando en que, al ser el único hombre al servicio de su patrona, ésta se encargará de firmar un documento en el cual deje bien claro que le resulta indispensable. No obstante, el reticente mozo no parece haber tenido en cuenta que el esposo de Jerry se está jugando la vida muy lejos de su hogar, razón por la cual Jerry se negará a respaldarle.

El factor femenino

Si ya en las dos anteriores entregas de la trilogía quedaba más que patente la mayor relevancia de las mujeres en el desarrollo de las tramas, en “Las dos señoras Abbott” la preponderancia femenina se hace todavía más evidente. Dentro del amplio conjunto de féminas que encontramos en la novela, sin embargo, se distingue fácilmente entre personajes positivos y negativos.

En el primer grupo, además de Barbara y Jerry, tenemos a sus esforzadas y trabajadoras empleadas, Dorcas y Markie, dos mujeres de cierta edad que representan el paradigma de la responsabilidad y el servicio a los demás. Y también cabe mencionar a dos personajes que experimentarán grandes cambios en sus vidas gracias a la influencia positiva de todas las damas mencionadas con anterioridad: la adolescente Wilhelmina “Elmie” Boles y la misteriosa Jane Watt.

En el segundo grupo, podemos citar fácilmente al menos tres féminas que personifican diversos defectos, frente a los cuales las virtudes del resto de mujeres presentes en la novela destacan intensamente. La señora Boles, madre de Elmie, es un ama de casa desastrosa, amante del desorden y la suciedad y, por si fuera poco, es amiga de los bienes ajenos. Helen, la hermana de la señorita Walters, posee un carácter dominante y egoísta capaz de anular la personalidad de la sufrida Jannetta. Finalmente, Pearl Besserton es una joven banal, indolente y manipuladora, y sólo le preocupa su satisfacción personal.

Una despedida agridulce

Cuando se pasan más de mil páginas en compañía de unos personajes tan encantadores como los imaginados por D. E. Stevenson, se les puede coger tanto cariño (o incluso más, en determinadas ocasiones) como si fueran de carne y hueso. Y eso es lo que nos ha ocurrido en El Mar de Tinta con los Abbott y todos los miembros de su entrañable comunidad.

Lamentablemente, en “Las dos señoras Abbott” debemos despedirnos de todos ellos. Pero la tristeza del adiós podría mitigarse fácilmente si Alba Editorial decidiera continuar publicando en castellano nuevas obras de la abundante (e inédita) producción de Stevenson. Confiamos en que nuestro deseo no tarde en cumplirse.

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